En Europa se funciona a base de agobios. Gracias a la crisis se pusieron en marcha una serie de reformas para mejorar nuestra unión económica y monetaria. Entre ellas, la Unión Bancaria Europea. No resultaba razonable que no fuera exactamente igual depositar un euro en un banco español que en uno alemán o italiano. Siete años han pasado desde que se inició este proceso pero sigue sin concluir. Con la mejora de la situación económica y por las continuas negativas de Alemania, su última fase se había aparcado. Esta semana el ministro de Finanzas alemán, Olaf Scholz, dio un paso importante para desbloquearlo: "Después de años de discusión, el punto muerto tiene que terminar". En su artículo, publicado en Financial Times, además reconoce: "La necesidad de profundizar y completar la unión bancaria europea es innegable". Del Nein al Ja.

Con todo, la propuesta alemana no es un Ja incondicional. Scholz exige, por ejemplo, unificar el marco legal de insolvencias a aplicar a los bancos pequeños, facilitar las fusiones transfronterizas y aplicar una misma fiscalidad para todos los bancos europeos. Además considera que los bancos tienen que seguir reduciendo los préstamos morosos en balance, que el riesgo de la deuda soberana europea -que no toda es AAA, como actualmente se considera- debe estar debidamente respaldado por capital propio y que la concentración de la exposiciones de los bancos a las deudas soberanas de sus países de origen debe estar limitada.

Sus peticiones -muy razonables- son las que siempre han sido. Y en la configuración del sistema de garantía de depósitos que propone sigue, también como siempre, siendo muy cauto: la responsabilidad nacional debe continuar siendo un elemento central para evitar que pueda incentivar a algunos países a trasladar deudas del nivel nacional al europeo. Así, si algún banco entrara en problemas, primero se acudiría al fondo de garantía nacional; si no es suficiente, a un fondo europeo de seguro de depósitos, administrado por la Junta Única de Resolución, que proporcionaría una liquidez adicional limitada a través de préstamos reembolsables. En tercer lugar, intervendrían el resto de socios, con el apoyo de un programa de rescate, utilizando el Mecanismo Europeo de Estabilidad, (MEDE).

Por tanto, la postura de los alemanes poco ha cambiado, salvo por algo sustancial: que ahora no empiezan con un Nein, sino con Ja, con el que parecen querer abrirse. Y es que de nuevo Europa le ve las orejas al lobo. La situación del sector bancario europeo es muy delicada, está muy fragmentado, con bajísima rentabilidad y algunos países con demasiadas instituciones pequeñas. Encima, la desaceleración económica imprime una mayor tensión a sus cuentas de resultados. Y en general, la situación internacional hace que sea más importante que nunca que Europa gane poder defendiendo sus intereses colectivamente. Hasta ahora se primó reducir el riesgo de la banca, luego vendría compartirlos con la Unión Bancaria. Pero ha aparecido otro riesgo -la viabilidad del negocio bancario europeo- que está invirtiendo el razonamiento: hay que atreverse a compartir los riesgos porque precisamente ésa es la forma de apaciguarlos.

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