Hace unos días asistí a a una concentración contra el maltrato animal ante la plaza de toros de El Puerto. Lo novedoso de esta acción pacífica -en el ejercicio del derecho de expresión y manifestación-, en una plaza emblemática para el mundo taurino, provocó situaciones muy preocupantes, cuando no directamente esperpénticas.

No sabía que estaba permitida la entrada a estos cruentos espectáculos a niños de todas las edades, y me sorprendió ver a familias con hijos pequeños asistiendo a esa corrida. Y me alarmó la actitud chulesca y provocativa de algunos menores, que no sobrepasaban los 14 años. Uno, con el brazo en alto al estilo fascista, nos desafiaba; otro cogió una almohadilla y junto a la pancarta que portábamos -con el lema muy asumido socialmente "No al maltrato animal"- se puso a torearnos. La policía tuvo que intervenir para alejar a este aprendiz de energúmeno. Y más preocupante fue la actitud de sus padres, que les reían las gracias.

Curiosamente la asistencia de niños a los toros se prohibió en 1929, en plena dictadura de Primo de Rivera. Posteriormente, en 1993, el Tribunal Supremo dictó una sentencia que derogaba esta prohibición. En 2013 el gobierno del PP declaró la tauromaquia como "Patrimonio Cultural", para "garantizar el derecho de todos los ciudadanos al acceso a las diferentes manifestaciones de la tauromaquia, como derecho constitucional de todos los españoles". Un gobierno que eliminó el derecho universal a la sanidad pública, que no respetó los derechos a una vivienda o trabajo digno, blindó como derecho ¡la asistencia a las corridas de toros! Puestos así se debería reconocer como derecho de los niños -por aquello de no discriminarlos- beber alcohol, fumar tabaco o asistir a películas con escenas de sexo.

En la plaza de Palos de la Frontera se llegó al esperpento de que, ante las denuncias por la invitación de alumnos de un colegio a una corrida de toros, el espectáculo taurino terminó con un grupo de niños haciendo el paseíllo con una pancarta que decía: "Sí a los toros, sí a los niños". ¡Toma ya!

Por mucho que se resista el mundo taurino, las corridas de toros terminarán por desaparecer, y en el futuro se estudiará como una de las salvajadas que se mantuvo bajo la socorrida invocación a la tradición.

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