El parqué
Álvaro Romero
Pequeñas subidas
Tribuna libre
Para algunos, la zambomba de Jerez pasa por sus mejores momentos, pero para otros, entre los que me incluyo, lo que estamos viviendo acabará por condenarla. No es algo nuevo, la verdad y ya hasta nos parece normal que se quieran vender las denominadas ‘zambombas’ desde mediados de noviembre, como si no hubiera un mañana.
Es una obsesión, pero una obsesión marcada por un único protagonista, el dinero. El interés por trincar ha hecho que desde la pasada semana veamos anunciados este tipo de eventos, que cada vez se adelantan más en el calendario al poner en práctica sus organizadores aquello de ‘cuanto antes mejor’, que luego llega diciembre y hay hasta en la sopa.
Ni siquiera el ‘endurecimiento’ exhibido por el Ayuntamiento este año, que ha dejado claro que una zambomba como tal no se celebra hasta el día 1 de diciembre, amenazando incluso con multas, ha frenado esta obsesión. No importa la tradición, ni lo que en sí implica una zambomba real, sólo interesa el dinero y recaudar cuanto más, mejor, según sea quien lo organiza.
El colmo de esta pesadilla la encontramos en los propios carteles que las anuncian, ya que directamente se asocia zambomba con la actuación de un grupo. Qué destrozo. Hasta muchas hermandades, que supuestamente también deberían velar por su conservación, escriben con letras grandes en su cartelería el nombre de los grupos que van a actuar y hasta la hora. Y no digo que no se contrate a gente, pero al menos que se camufle o se intente introducir en el contexto más real posible.
Es verdad que este año, el nuevo gobierno ha dado orden de retirar los escenarios que puso Mamen Sánchez en plena calle, pero eso sólo no vale, o se toman medidas drásticas y se dice que no a determinadas cosas (que no pasa nada por gobernar diciendo no a lo que no está bien, aunque se trate de la hostelería, hermandades o cualquier institución) o el elemento diferenciador de Jerez y su Navidad, se irá a pique.
Señores, si no cuidamos lo que tenemos, nada nos hará diferentes, pues de hecho, si damos una vuelta por las redes sociales, encontramos por cualquier rincón de Andalucía infinidad de propuestas denominadas zambombas, pero que en realidad no son más que actuaciones (grupos cantando villancicos) en un lugar concreto.
De seguir así, la zambomba de Jerez no será más que la zambomba de Bollullos o de Argamasilla, con todos mis respetos, pues al fin y al cabo, se estará haciendo lo mismo. No es ese el sentido de la zambomba, como se recoge en la denominación BIC, que por cierto, el día que quien la otorgó se dé una vueltecita por esta ciudad, estoy convencido que acabará retirándola. O cuidamos lo nuestro y desde todos los ámbitos de la sociedad, o moriremos de éxito, porque todo no es dinero.
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