La presidencia de Alberto Oliart en RTVE forma parte de esas anomalías de los años desorientados de Rodríguez Zapatero, cuando no se quería asumir la gravedad de la crisis. En un momento en el que no era aconsejable efectuar mudanzas, y tal vez porque las cadenas amigas de La Sexta y Cuatro le estaban pidiendo auxilio, el presidente socialista tomó el modelo francés para eliminar la publicidad de TVE y orquestar un sistema alternativo de financiación. Un engranaje bienintencionado que sólo funciona en casos de gran bonanza económica y que no se ha dado por ahora desde que se instauró la normativa en 2010. Con la excusa de la eliminación de la publicidad se entendía que RTVE lograba su independencia comercial y política: ha pasado al contrario.

Oliart, fallecido este sábado, fue nombrado máximo responsable de Prado del Rey cuando superaba los 80 años, una ironía. En 2006 RTVE se descargó de los trabajadores menores de 52 años. Cosas de Zapatero. Su incorporación en 2009 tuvo que ser precipitada: Luis Fernández, primer presidente elegido por consenso, no estaba de acuerdo con que se cambiara en pleno mandato el modelo de financiación. Nadie le echó de menos y la trayectoria posterior de Fernández estuvo por debajo de sus supuestas virtudes.

Oliart, extraño candidato que puso de acuerdo a PSOE y PP, llegaba con la experiencia de su labor en la alta política pero sin idea clara sobre los medios de comunicación. Su período es más bien gris, funcionarial, de actitud emérita. El consejo le desairó algún contrato interesado. Abandonó el sillón al cabo de dos años, superado por disgustos y enfrentamientos políticos. Lo peor fue la situación de interinidad en que dejó a la corporación y que ha seguido pagando hasta hoy. El PP no pude hallarle un relevo de consenso hasta un año después, cambiando la ley para no tener que ponerse de acuerdo con nadie. Al lado de Rosa María Mateo aquel octogenario se antoja como un sagaz directivo pero con él se inicia el declive imparable de la RTVE actual.

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