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Con la noticia de la Coronación Canónica de Nuestra Señora de la Estrella que monseñor Mazuelos Pérez daba el pasado viernes en la Catedral, se clausura un curso que para los cofrades lasalianos quedará para siempre en su retina.

La Coronación Canónica de una imagen de María no es un fin, sino un vehículo para agrandar, aún más si cabe, la devoción a la Santísima Virgen. Es un regalo y es, sobre todo, un reconocimiento a años de fidelidad a una advocación. Es también un compromiso contraído por los cofrades por todos los talentos que, a partir de ahora se les va a pedir por parte de la Iglesia. Pero será también un tiempo precioso de ilusión y esperanza en la llegada de un día en el que la bellísima imagen de la Estrella será Coronada de una manera muy especial.

Para el que suscribe, la Estrella es algo más. Ya se sabe que los escritores retienen muchas sensaciones que le llegan a través de los sentidos, fundamentalmente desde la infancia. Y uno se reconoce más escritor que periodista. Pues por no tener, no tengo ni el carné.

La Estrella, para mí, es un olor. Distinto al de los demás. No sabría decir si era su incienso. Ayer mismo, pensando en esta columna, se lo contaba a mi amigo Juan Antonio Zarzuela. Y él me decía que muy posiblemente el incienso de la Estrella fuera el mismo que el de las demás cofradías. Puede ser. Pero a mí me olía a distinto. Era como un manjar que cada año se colaba por el olfato que ahora recuerdo. Era la fragancia a la ilusión de una Semana Santa que se esperaba con deseo. Era el aroma de las procesiones en ese día en el que se sella la esperanza en el calendario por siete dagas de oro. Al menos durante una semana. Después tocaba esperar de nuevo.

La Estrella, para mí, es ese olor característico. Esa fragancia a pureza y a dulzura. Ese camino alegre bajo un azul pavo que queda sujeto a un rostro cargado de belleza. Ahora, Ella, va a ser coronada. Enhorabuena a todos sus hijos. A disfrutar cada segundo. Y a recordar esa fina esencia que cada año acompaña a su palio en la tarde del Domingo de Ramos.

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