Cuando las revoluciones pierden lo poco de poético que tienen (ya saben las imágenes del che con el puro en la boca y poco más) suelen producirse fenómenos de ultratumba en la que los liberadores del pueblo oprimido por el dictador acaban sometiendo al pueblo por su propio yugo. Y es que parece que ,como en 'El niño yuntero' de Miguel Hernández, hay quien nace como la herramienta, a los golpes destinado. Un perfecto ejemplo de las tan añoradas revoluciones que aún hoy predican algunos desinformados se vive estos días en Nicaragua. Allí, quien echara del país al dictador Somoza dispara a su pueblo. La democracia, cuarenta años después, no deja de ser una entelequia. Los muertos van cayendo en las calles uno tras otro y el liberador demuestra que se ha convertido en todo aquello contra lo que luchó: un miserable dictador. Qué fácil es alardear de revoluciones, pero cuando se asesinan balseros o se dispara a manifestantes ellos tan sólo tienen que mirar para otro lado. Ya habrá otra revolución a la que regalar el oído.

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