La Plaza de la Encarnación, con su trazado irregular y sus distintos desniveles, se presenta como resultado de una orografía accidentada y de una historia urbanística compleja. Esa gran mole de piedra de la antigua Colegial le otorgó valor monumental. A nosotros, sin embargo, nos ha llegado un lugar degradado, vulgar bolsa de aparcamiento rodeada de casas ruinosas.

Entre la Catedral y González Byass, su devenir se encuentra ligado a ambas. La construcción en el XVIII de la iglesia generó la actual configuración de este espacio. Antes, el conjunto de la primitiva colegial y anterior mezquita ocupaba parte de la plaza, quedándonos los testimonios de los restos conservados en la Casa del Abad. El proceso de transformación, aún por estudiar en profundidad, supuso también el derribo parcial del caserío circundante. Y, aunque los canónigos pusieron especial énfasis en la fachada principal, su afán constructivo afectó a las zonas ubicadas junto a las portadas laterales. La de la Visitación dio nombre a una calle y la de la Encarnación a nuestra plaza, levantándose en ellas viviendas para estos miembros del cabildo colegial con uniformes fachadas, características de la arquitectura doméstica de esos años. Esta historia cambia en el XIX con la instalación de las bodegas de los González. Su voraz crecimiento acabaría con la población y, ya a mediados del XX, con el cierre y anexión de calles limítrofes y abandono de sus casas, que pasaron a ser propiedad de la firma bodeguera.

González Byass ha iniciado ahora otro proceso, de regeneración, con la apertura de un hotel. A ello se suma el cierre al tráfico decidido por el Ayuntamiento, otra buena noticia, siempre que no conlleve la sustitución del feo aparcamiento público por otro privado y que las anunciadas actuaciones no terminen, una vez más, con el histórico adoquinado.

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