N O hay nada más peligroso que un político histérico. Vayamos por partes. ¿Cuándo se ponen en este plan? Pues básicamente en dos situaciones: cuando saben que no van a ir en la ansiada lista y también en el preciso momento en que empiezan a ser conscientes de que no van a salir. Es entonces cuando el fantasma de ganarse el pan como el resto de los mortales hace mella en ellos, si bien hay grandes diferencias entre los primeros y los segundos. Los que no van en la lista empiezan a buscarse las habichuelas con resignación, quizás monten alguna pataleta, pero poco más. Los segundos sí que son peligrosos. Son capaces de empezar a montar espectáculos nauseabundos, acercarse a las posiciones más extremas y meter miedo a la sociedad contra los rivales porque, no se les olvide, quien mete miedo es el poseedor de la 'Verdad Suprema'. "¿Qué va a saber el Constitucional de partidos políticos? ¿Nosotros sí que lo sabemos?", proclaman. Luego, pasa lo que pasa, que se hace el ridículo. Y como dice el proverbio, dejan a las claras lo que son cuando, apenas unos minutos antes, era una mera sospecha.

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