Un año más el ruido de los clásicos petardos nos martiriza por estas fechas. Sea la hora que sea, escuchas por cualquier lado de la ciudad auténticos estruendos que resultan cansinos conforme pasan los días. Lo duro, evidentemente, es la Nochevieja, un verdadero suplicio para personas y sobre todo animales, hasta el punto de perderse aterrados por los continuos petardazos o temblar como una hoja ante las constantes explosiones. Recuerdo que siempre ha habido petardos, pero lo de ahora no es normal, sobre todo por la intensidad del ruido, que condimentado con un buen cubo o botella puede resultar una explosión digna de cualquier tragedia. Lo peor de todo es leer año tras año el dichoso bando municipal en el que se prohibe expresamente "la manipulación de cohetes, petardos y en general fuegos artificiales". ¿Para qué sirve este tipo de cosas? Para mí estos bandos, que parecen sacados de épocas pasadas, no sólo parecen ridículos sino que son todo una manera de reírse del ciudadano porque cumplirse lo que se dice cumplirse, nunca se cumplen. Mejor que no estuviesen porque estar para esto...

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