Análisis

rogelio rodríguez

Presos en la gran mentira

Casi la mitad del pueblo catalán da su confianza a quienes dinamitan sus estructuras económicas

La primera vez, y quizás también las otras, que los independentistas catalanes engañaron a sus votantes la culpa fue de los independentistas, pero el pasado jueves la gran culpa la tienen los ciudadanos que, cautivos de una ignorancia motivada y consentida, se han convertido en cómplices de un destino falible. De poco o nada ha servido constatar la locura secesionista, su acción delictiva, su actitud cobarde y su fracaso. Los insurrectos han logrado, a lomos de una impunidad trascendente, que la ciudadanía contaminada reincida en la gran mentira.

Los catalanes fueron llamados a votar a favor o en contra de España. Lo mismo que ocurrió en los comicios de 2015. Todas las fuerzas políticas del marco constitucional sabían que la apresurada convocatoria del 21-D era un plebiscito de alto riesgo que congratulaba a los secesionistas, pero les pudo el afán populista y el interés sectario. Y al Gobierno de Rajoy le contrajo el miedo a asumir una tarea hercúlea, con pocas garantías a corto plazo, en un territorio inhóspito que el Estado siempre pisó de puntillas y con dadivosa cartera. Rajoy lanzó por delante a la Justicia y después la dejó en la cuneta, sin tiempo para juzgar. ¿No pensó que los acusados por sedición podían ser reelegidos? Moncloa ha enviado el cáliz al Tribunal Supremo. Regalo de Navidad para el juez Llarena.

El gran éxito electoral de Ciudadanos, que lo convierte en firme alternativa frente a populares y socialistas en las próximas elecciones generales, no ha sido suficiente para que los valedores de la Constitución venzan a los partidos de la asonada. El 155 ganó la batalla de la legalidad, pero ha perdido en las urnas. Ha perdido el Gobierno, ha perdido Cataluña y ha perdido España. De poco o nada ha servido constatar a matacaballo el fraude, la extorsión, el clientelismo, la corrupción, el desastre de una comunidad en quiebra social y económica por la gestión de una caterva de políticos crecidos en tiempo de cenizas, capaces de vivificar a Franco y de prometer una república que habría enfurecido a Platón y encolerizado al eminente republicano Francisco Pi y Margall.

Casi dos millones y medio de votantes han ignorado también que Cataluña ha duplicado su deuda desde 2010 (de 35.616 a 76.831 millones de euros); que más de tres mil grandes empresas han trasladado su sede a otra región; que es la autonomía donde se pagan más impuestos y en la que más deterioro sufren las clases medias; que Jordi Pujol y sus honorables sucesores estén encausados por graves delitos... Y cabe preguntarse ¿por qué casi la mitad del pueblo catalán no sólo se muestra impasible ante una situación extrema de inestabilidad política e inseguridad jurídica, sino que deposita su confianza en quienes dinamitan las estructuras de su economía y los puentes de la concordia? La incógnita es demoledora.

El PP y el PSC-PSOE deben agachar la cabeza.

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