Análisis

rogelio rodríguez

Primera derrota de un Gobierno hipotecado

O PSOE y PP hacen un acto de contrición o la debacle superará las peores previsiones

El Gobierno de coalición PSOE-UP ha sufrido esta semana su primera derrota en el Congreso. Perderá más veces. Su fragilidad lo aboca a besar la lona ante cualquier pendencia de los socios de investidura. Pedro Sánchez parece haber anulado la factura que le impuso Podemos -Pablo Iglesias, que ya no está para reclamaciones, se emplea en hacer horas extras en su papel de histrión de una izquierda dispersa-, pero los republicanos e independentistas exigen su pillaje. La Unión Europea nos ha salvado del inmediato naufragio, 140.000 millones de euros deben dar para tapar agujeros y algo más, pero la endeblez gobernante, las inasumibles exigencias de los nacionalismos y también las pretensiones y contradicciones de una oposición desmembrada impiden pergeñar un programa acorde con la difícil situación que atraviesa el país, mucho peor que en la crisis de 2008.

Al término del último Pleno parlamentario, tan borrascoso como los anteriores, la conclusión mayoritaria era: "Esto es insostenible". Aprobar por la mínima los dictámenes de la Comisión para la Reconstrucción sobre sanidad y Europa, en general muy genéricos, y rechazar el plan social y las medidas económicas representa un grave revés para el Gobierno. La prueba de que la geometría variable con la que Sánchez pretende cruzar la legislatura sólo garantiza inestabilidad, sobre todo cuando en el hemiciclo impera una política sectaria y mezquina de vetos cruzados.

O socialistas y populares hacen un acto de contrición en aras del superior interés general o la debacle superará las peores previsiones. Y la mayor culpa no será del fatídico Covid-19. Los actores principales no están por la labor, pero en los dormitorios de los dos grandes partidos crece el número de los que abogan por un consenso de emergencia o, muy probablemente, Sánchez se verá forzado a convocar nuevas elecciones, que además de impredecibles es lo que faltaba para incrementar el caos, ese estado que los radicales aprovechan para llenar de provisiones sus temibles alacenas.

En esta ocasión, Pedro Sánchez sólo ha logrado sacar adelante las medidas que han contado con el apoyo del PP, lo cual podría dar a entender que Pablo Casado ha comprendido, al fin, que respaldar al Gobierno en asuntos cruciales no es favorecer al PSOE y que Sánchez, bloqueado a izquierda y derecha y acosado por el flanco nacionalista, arrumbará sus delirios ideológicos para no pinchar el balón de oxígeno que le acaban de conceder las autoridades comunitarias. La Unión Europea, endeudada por primera vez, ha puesto una cifra astronómica de dinero a disposición de los países castigados por la pandemia, España entre los que más, pero Bruselas exige saber antes en qué se invierten los millones, y no tragará con políticas que vayan más allá del liberalismo y la socialdemocracia.

El presidente es hombre dúctil y experto en superar escollos, y el más determinante serán los Presupuestos. Dicen sus allegados que tratará de sacarlos adelante como sea. Y Pablo Iglesias también, por la cuenta que le trae. Será un órdago a la grande y el PP no debiera seguir en la inopia.

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