Santiago Cordero
La gran industria del deporte
Los árboles y el bosque
Los estados deben proteger a sus gentes de las cosas que matan. El ejemplo más claro es el del tabaco, con cada vez más restricciones y mensajes como “FUMAR MATA”. También se prohíben determinadas drogas y se vigilan medicinas, alimentos y hasta juguetes.
Sin embargo hay un sector cuya producción es mortífera con el que nadie se atreve. Nos referimos a la industria/mercado militar, ese gran negocio de ingentes beneficios que continuamente desarrolla campañas para convencer a la ciudadanía de que es bueno gastar en armas pues eso es “invertir en la paz” (ministra Robles dixit). En los últimos días, el Consejo de Ministros –la parte PSOE con la oposición de Sumar– ha aprobado, con una celeridad injustificada y recurriendo a créditos extraordinarios y fondos de contingencia en contra del criterio del Tribunal de Cuentas- un incremento del gasto militar de 1.300 millones de euros como paso previo a alcanzar el 2% del PIB (nada menos que 24.000 millones de euros).
En paralelo, se ha conocido un estudio del grupo PwC que describe la próxima fabricación de 300 aviones de combate Eurofighter para diversos gobiernos europeos, entre ellos España que ya cuenta con cerca de 90. Cada avión cuesta entre 100 y 200 millones de euros y cada hora de vuelo 50.000 euros. Con el precio de uno se podrían construir 2.000 viviendas sociales o dos hospitales de 120 camas cada uno. Y que no nos cuenten milongas sobre la defensa de la paz. Si Israel no dispusiera de armas tan sofisticadas no habría más de 30.000 muertos en Gaza, casi la mitad niños/as. Así no se protege a la gente.
Habrá quien me llame ingenuo por esta reflexión. Pero la sociedad ha avanzado gracias a ingenuidades como esta, y gracias a “Eppur si muove” (Galileo dixit) que traducido libremente significa “Sí se puede”.
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