últimamente, hay columnistas y tertulianos empeñados en ridiculizar el análisis basado en la diferencia entre ricos y pobres. Aun sin reconocerlo explícitamente, consideran que nuestra sociedad está muy bien como está y que eso de ricos y pobres corresponde a una realidad pasada. Una realidad a la que siempre se aproximan desde la ortodoxia económica neoliberal, bastante lejana de la calle y especialmente de los barrios periféricos de las ciudades medias y grandes.

Pues, mal que les pese, sigue habiendo ricos y pobres. Diario de Jerez ha publicado un interesante estudio sobre la distribución de la renta (riqueza) en nuestra ciudad según datos de 2020. La renta media del jerezano/a se sitúa en los 10.500 euros. Pero hay zonas como Montealto donde la renta media está en 20.458 euros y otras como el MOPU, San Juan de Dios, Federico Mayo, San Telmo y Santo Tomás de Aquino donde se sitúa por debajo de los 6.000 euros. Son diferencias importantes. La vida no es igual cuando se dispone de una cantidad u otra. Es difícil llegar a fin de mes cuando solo se tienen 500 euros para pagarlo todo.

Y eso afecta a la calidad - y la esperanza - de vida: condiciones para el estudio, acceso a la cultura y el deporte, aprendizaje de idiomas, salud… En definitiva, hay una gran diferencia de oportunidades vitales y de mejora social, entre los que viven en unas zonas u otras. El análisis no está anticuado: aún hay ricos y pobres.

Hay dos formas de gestionar la sociedad: la que piensa que hay que superar tamañas desigualdades y la que no tiene ningún problema en que persista y aumente la desigualdad. Los primeros entienden que para equilibrar las capas sociales es imprescindible una política fiscal (impuestos) progresiva, es decir, que pague más quien más tiene. Los segundos perdonan impuestos a los más ricos y se quedan tan anchos.

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