No seré yo quien niegue que esta Feria ha tenido más afluencia que ediciones anteriores. Sería absurdo porque todos los que hayan ido con cierta asiduidad al Real han podido comprobar que hacía tiempo que no se veía tanta gente, incluso en los días flojos. Tampoco pongo en duda que haya sido ésta una Feria de más alegría en el gasto, aunque no tenga datos fehacientes que lo corrobore. Echo en falta, no obstante, algo de autocrítica más allá del debate e ciernes sobre las casetas-discotecas, que también. Incumplimientos hay a punta pala en la Feria, cada año más, pero hay cierta permisividad de las autoridades. Muchas de las infracciones afectan al carácter abierto que caracteriza a la fiesta, pero también a la estética, entre otros, del Paseo de Caballistas, donde este año se han visto animales que no dan la talle, coches que no tienen la prestancia y cocheros con vestimentas de lo más esperpéntico. La Feria del Caballo es lo que es porque siempre se han cuidado los detalles y, a este paso, nos cargamos el invento para convertirla en una verbena de pueblo. Tiempo al tiempo.

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