El centro de Jerez bullía ayer de nervios. Muchos jerezanos miraban al cielo preocupados por la forma en la que el mal tiempo puede afectar a su particular Semana Santa, ya sea vistiendo una túnica o viajando. De otro, el trasiego de camiones de reparto durante toda la jornada dejaba bien a las claras la importancia económica que esta celebración tiene para la ciudad. Repartidores de bebidas, comidas, de sillas, mesas y hasta mostradores portátiles se movían por el centro urbano como si fuesen almas que llevara el diablo. Resulta hermoso ese bullir por las calles en una ciudad que, normalmente, se deja la piel en sus grandes celebraciones aunque el resto del año dormite con cierta indolencia. Hace años un madrileño que llevaba todo el invierno trabajando en Jerez se sorprendió al ver el gentío que se echaba a la calle Semana Santa. "¿Dónde se mete toda esta gente el resto del año?", preguntó. Cada cual tiene su respuesta. La mía es que la Semana Santa es la gran fiesta del centro de Jerez. Y con diferencia.

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