Servicios públicos, en esencia

El empleado público necesita el reconocimiento físico y efectivo de los dirgentes

Hoy es día de reconocimiento y agradecimiento a toda esa gente que ha trabajado a destajo para ofrecer a la ciudadanía el mejor servicio posible, para garantizar su seguridad, su salud, sus derechos sociales. Esas personas que, desde que se decretó el estado de alarma, hace casi un año, han tenido que redoblar esfuerzos para sacar adelante su trabajo y -esto es básico- mantener el engranaje del sistema que nos protege en un estado democrático, basado en el bienestar de la sociedad.

Con la pandemia, han tenido que desarrollar sus funciones en circunstancias excepcionales, extrañas, caóticas, agravadas por años de recortes en personal, en recursos, en infraestructuras, en derechos, en poder adquisitivo. Pero gracias a la pandemia, es triste decirlo, hay ahora mucha más gente que entiende por qué el empleado público y la empleada pública son tan necesarios. Con su labor, han demostrado qué son los servicios públicos, en su esencia.

Hoy se celebra el Día del Empleado Público y es momento de reconocer y agradecer. Sin embargo, no podemos conformarnos con esto, con los actos solemnes, las placas conmemorativas y los aplausos. También hay que reivindicar, y durante el resto del año, no solo un día. El reconocimiento pleno por parte de la ciudadanía vendrá cuando se acaben las agresiones, físicas y verbales, los desplantes, las faltas de respeto contra los empleados públicos en el ejercicio de sus funciones. Son pocas en comparación con el trato respetuoso de la gran mayoría, pero es un tema muy grave que deteriora el servicio público.

Pero sobre todo, y lo digo como responsable provincial del sindicato mayoritario en la función pública en España, lo que necesita el empleado público es el reconocimiento efectivo, físico, palpable, por parte de las administraciones y sus dirigentes. Y eso se conseguiría gestionando con sensatez y eficiencia los impuestos, los recursos, y así ampliar el personal de los centros sanitarios (desde la Atención Primaria hasta las UCI de los hospitales), de los centros educativos, de las residencias de mayores, del personal de Correos, de ayuda a la dependencia, de los bomberos, de los juzgados, de los administrativos (desde los que tramitan los subsidios por desempleo hasta los que gestionan asuntos sociales en los ayuntamientos). Se conseguiría si se mejoraran los recursos de los policías, de las universidades, de la limpieza viaria, las prisiones. Si se renovaran las instalaciones, los equipamientos, los sistemas de protección.

No podemos permitir que los servicios públicos tiemblen y vuelvan a estar a pique del colapso. Los empleados públicos no se lo merecen. La ciudadanía tampoco.

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