Los costaleros de esta nueva centuria se soñaron en el San Miguel de los años 80. Pedro García Rendón, mecánico de oficio y hermano del Santo Crucifijo fue quizás el culpable. Pedro, conducía a la estampa del niño que jugaba a dar pelotazos en la fachada de la parroquia hasta bajo las andas del paso del Crucifijo. Imagen que contrasta hoy con la del capataz que dirige cofradías hasta esta misma Iglesia, durante la Semana Santa.

Su nombre Ezequiel, apellida Simancas y no narra la historia de las siete doncellas vallisoletanas. Su leyenda es otra. Recrear aquel sueño de niño que lleva repitiéndose ya ocho primaveras. Ahora con participación hasta en cuatro de la nómina de Hermandades y Cofradías que hacen estación de penitencia en nuestra ciudad. A su vez, está sentenciando que lo serio de sus formas, provenidas de las dinastías sevillanas de Villanueva, Ariza y Familia Palacios -unidos por una amistad ejemplar, hasta tal punto de trabajar cofradías juntos- funcionan.

Su verdad radica en lo sencillo. De este modo, ha elevado la figura del costalero tan denostada en las cofradías como son los hombres de abajo a costaleros de pleno siglo que vivimos, donde banqueros y jornaleros comparten faena y la trabajadera es nexo de emociones y alegrías. Condición indispensable la de sumar y disfrutar que unida al trabajo de este joven capataz y su equipo son fundamento para que cofradías, con más de medio siglo a sus espaldas, confíen en él para que paseen sus pasos.

El cuidado del costalero del siglo XXI y su repercusión en los cortejos.

Han sido cuatro las tareas encomendadas en esta pasada - ya vivida - Semana Santa, y en sus cuadrantes las incontables muestras de cariño y oficio superan al número de hombres que estos componen, estela de autenticidad que los costaleros dejaron tras una semana histórica, por citas ineludibles como la primera vez al frente de Ntra. Sra. de Loreto en su Soledad, la segunda ocasión que Pasión llegaba a Aladro desde las playas de la periferia andando y de frente, la consumación del andar repoado en el misterio de Humildad y Paciencia o la naturalidad del transitar de Vera Cruz por la estrechez de las calles de Jerez y su intramuros

Un sentimiento de pertenencia que traspasa fronteras a través de las redes sociales con hashtags como #Andandonama y que tiene la mejor tarjeta de relevo, amén de la blancura de sus cuellos, en las caras de los hermanos de fila de las cofradías que lleva. Fiel reflejo del Señor y la Virgen. En ellos el cansancio es más llevadero si los pasos andan. Y si los pasos andan, andan los cortejos.

El sueño a futuro.

Durante estos días de Pascua de Resurrección, los monaguillos empiezan a jugar a costaleros y capataces, pidiéndole a sus padres; "ponme como los costaleros de la Virgen de Loreto". El ciclo se dilata en el tiempo, llevando a las nuevas generaciones a tomar deberes. Con todo, corren otros tiempos, y la técnica unida a la visión crítica de un aficionado costalero - nunca dejará de serlo pese a los vaivenes de la vida-, es la de quién ahora se preocupa por los que van debajo y de la relación de esto con las hermandades, conformando un todo. Ezequiel es padre, eso suma. Y Manuel, su predecesor sumará más. Y si no, al tiempo. O a la vuelta, como afirma el protagonista de este artículo, donde se ven las cuadrillas.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios