La SGAE sólo cae estupendamente a los babosos que se llenan los bolsillos por la cara. Está muy bien que los autores defiendan lo que es suyo, que para algo lo han 'parido' de su intelecto, pero de ahí a robar con absoluta impunidad va un disco de platino, oiga. La SGAE es ese organismo capaz de colarse en la comunión de su hija para exigirle que le pague un buen puñado de euros por la música con la que va a deleitar a sus invitados o asaltar literalmente el bar del barrio pidiéndole al dueño una pasta por tal o cual concepto aunque allí, además del 'parte' informativo de las tres y los partidos de fútbol, poco más se vea en esa caja que de tonta no tiene nada. Pero hete aquí que dentro también había relistos que se aprovechaban de la SGAE. Los han cogido. Trincaban música sin dueño y el listo de turno le ponía dos notas nuevas. La copla es suya y un amigote (un cachondo de los que ya no hay) la metía en la programación de alta madrugada de 'su' tele, esa que sólo ven los vigilantes masocas del país. ¡Y a cobrar, que la vida son dos discos!