Vida dulzura y esperanza nuestra. Dios te salve... Así reza la conocida oración dedicada a María. Y sólo con este breve pasaje queda en un segundo orden esto de "A ti clamamos los desterrados hijos de Eva, a ti suspiramos, gimiendo y llorando en este valle de lágrimas". Porque la Santísima Virgen es ante todo esperanza nuestra. Ella nos cubre con su manto en los momentos complicados de la vida. Nos concede la eterna intersección ante Dios, porque Ella es siempre Esperanza Nuestra. Abogada perpetua que siempre velará por el género humano.

María la mujer que tuvo en su seno al Señor, siempre expectante, estuvo convencida y la confianza puesta en la historia que Dios había diseñado era para la redención del hombre, donde ella se definió como "la esclava del Señor". Es una Madre que siempre vela por nosotros, que siempre nos espera, que continuamente nos entiende y oficia de defensora ante el Altísimo.

La advocación de la Esperanza es una de las bellas de todas las que tenemos en el devocionario de la Iglesia. También María tuvo angustias, y le faltó el consuelo, sufrió dolores y es madre de misericordia a pesar de sus muchas penas porque siempre fue remedios y piedad.

Pero María es Esperanza nuestra. Ella que fue el sagrario en el que Dios se encarnó. Para quien suscribe, la advocación más bonita de todas. Y si me piden que dé un paso más adelante y me 'moje' un poco más, hoy diré que es también un desvelo que muere con una determinada Esperanza. La Santísima Virgen que cada madrugada del Viernes Santo pasa, casi de puntillas, bajo un precioso palio rojo como la sangre derramada. Siempre serás Spes Nostra.

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