Ahora San Dionisio necesita un arreglo. No exactamente la iglesia, que está, como quien dice, recién rehabilitada, sino la casa del cura. Aunque sí es cierto que los muros que miran a la calle Cañete del Pinar están pidiendo unas grapas, son los salones parroquiales los que están que se caen, literalmente. Se suma así este templo a la lista de monumentos del patrimonio jerezano que requieren un repasito, como lo ha hecho recientemente Santo Domingo. Para creyentes o no, lo cierto es que las iglesias en Jerez suponen un potente atractivo turístico para la ciudad, tanto por su valor arquitectónico como patrimonial en obras de arte. Algo que todavía muchos no han sabido ver, ni aprovechar. Un reclamo que debe conducir a un mejor aprovechamiento de los valores patrimoniales de otros templos y su entorno, como San Lucas o San Mateo y su plaza Belén. Un diamante en bruto que nadie se ha atrevido a pulir aún. Basta que alguien dé el paso para que Jerez siga sumando.

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