Han pasado los días Santos. Hemos recobrado sensaciones perdidas durante dos años, se nos ha abierto nuestro camino de emociones, se ha sentido, de nuevo, que lo que siempre ha sido sigue manteniendo su discurso cargado de tradición, de espiritualidad y de vida. Además, se han experimentado las mismas surreales circunstancias de siempre - señal inequívoca de que todo es normal -; unas circunstancias impuestas por la estulticia galopante de los que siempre han sido tontos de capirote, ahora con el apoyo desapasionado e impenitente - nunca mejor utilizado el término - de neófitos equivocados y mal enterados. Todo esto se puede traducir en que se ha asistido a una normalidad casi absoluta, aunque enmascarada por el pseudo disfraz que impone la mascarilla.

Eso está muy bien para esta sociedad necesitada de argumentos válidos, de gente válida, de horizontes válidos pero, ahora, hay que imponerse a una perspectiva social que se siente esquiva. Se acerca un tiempo que, en Jerez y para Jerez, parece luminoso y esperanzador. Pero no nos dejemos llevar por lo ficticio de lo que se avecina - Mundial y Feria -, eso puede ser cohetería y alharacas demasiado efímeras.

Es tiempo de andar con decisión, de saber que se puede vencer la sinrazón de unos pocos imbéciles, de echar un pulso a los desatinos y apostar con fuerza por nuestra historia viva, por nuestro día a día y por ese mañana que nos pertenece limpio, luminoso, diáfano y abierto. La Semana Santa nos ha permitido volver a ser y sentir lo que fuimos - en lo bueno y en lo esquivo -, sigamos abriendo caminos de esperanza y hagámoslo nosotros. Nadie lo va a hacer por nosotros.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios