Análisis

Roberto Pareja

Tormento perfecto

Iglesias y Sánchez han revuelto el gallinero y al final ha sido Rivera el que ha puesto el huevo

La DANA, ese extraño término fonéticamente simpático, ha azotado el sureste de España. La naturaleza es indomable y el hombre poco más puede hacer cuando se desata que ponerse a resguardo, digno e impotente. Eso es lo que ha hecho la izquierda estos últimos cinco meses, ponerse a cobijo digna e impotente ante el espectáculo de sus dos egocéntricos mandamases tirándose los trastos a la cabeza, primero de manera afable hasta acabar como el rosario de la aurora con el infernal juego de tronos de un Pablo Iglesias que iba ganando, a pesar de los pesares de sus volantazos, la pelea del relato... hasta que se traga su orgullo republicano y le pide auxilio al Rey.

Los dos fenómenos indomables, Pedro Sánchez y Pablo Iglesias, se han comportado como astutos narcisos, más preocupados de salirse con la suya que de formar una mayoría de Gobierno progresista, el reclamo con el que animaron a mucha gente ahora desencantada a ir a votar el 28 de abril para frenar a la derecha. La rana ayudó al escorpión a cruzar el río, pero a medio camino le picó y se empezaron a hundir. "¿Cómo has podido hacer algo así? Ahora moriremos los dos". Respuesta: "No he tenido elección; es mi naturaleza", dijo el escorpión. ¿Cuál de los dos venados en celo cumple aquí el papel de torpedeador, don Pedro o don Pablo? La interpretación va por barrios.

Los dos gallitos de la izquierda han revuelto el gallinero con sus trifulcas y Albert Rivera acaba de poner el huevo. La posibilidad de que Sánchez acabara de nuevo cacareando por el corral de la derecha ha estado ahí desde el minuto uno: desde que el PSOE contabilizó sus 123 escaños, lejos de la mayoría absoluta. Lo natural era que hubiera pactado con su socio preferente, con el que lo llevó en volandas a La Moncloa a lomos de la moción de censura. Pero la tentación del camino recto que le marcaban los cánones era pública y notoria. ¡Con Rivera no! clamaban ya mosca en Ferraz la noche de 28-A. Toma pastillas de goma, decíamos de niños.

La DANA, la tormenta perfecta, remite y las aguas vuelven a su cauce. Las catástrofes de la sabia naturaleza son terribles. No más que las personales. Entre los seres humanos se pueden alzar fronteras insalvables. Es cuestión de ideas. De carácter. De estupidez... Las relaciones humanas siempre miran de reojo al abismo. El tormento perfecto, el de la izquierda, naturalmente, no ceja.

Al otro lado, tanta armonía apabulla. La derecha tiene sus riñas, pero para lo importante siempre acaba poniéndose de acuerdo. Anda que ha tardado Pablo Casado en ponerse receptivo a la "solución de Estado" de Albert Rivera. Ya toma forma la posibilidad de que Sánchez gobierne bajo el generoso palio patriotero de PP y Ciudadanos. El líder socialista también pone ojitos a ése al que llama "hipócrita" y que no quería ni verlo. "No hay ningún obstáculo real para que Ciudadanos y PP se abstengan", proclamaba ayer ufano tras la maniobra de su enemigo del alma, que es el primero que no quiere unas nuevas elecciones ni a tiros...

Posiblemente nos ahorraremos una tediosa vuelta a las urnas el 10-N, pero la frustración ha calado naturalmente a la izquierda hasta los huesos.

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