No hace mucho se dio un garbeo por Jerez el alcalde de Sevilla, don Juan Espadas, y los anfitriones fueron de lo más original. Le llevaron a ver una exposición de cofradías. Debió quedar sorprendido porque, seguramente, nunca habría visto nada igual. Fuera de ironías, los sevillanos siempre triunfan en Jerez. Son muchos siglos de pertenencia al Reino de Sevilla y, más aún, a su Archidiócesis como para desconocer que la metrópolis del jerezano es la capital hispalense. Jerez lleva toda su vida mirando a Sevilla y, en consecuencia, dándole la espalda a Cádiz.

El señor Espadas también fue original. Vino a Jerez a hablar de caballos. Igual he infravalorado a los anfitriones y le llevaron a ver cofradías en acto de desagravio por la afrenta de venir a hablarnos de equinos. Lo dudo.

Sea como fuere, los 'miarmas' han sido capital económica de un imperio, incluso capital de España durante la invasión napoleónica y saben vender el producto propio, y el ajeno, también como propio. Y lo venden propios y extraños. De hecho, se dice que la feria de Sevilla la inventaron un vasco y un catalán y algo hay de cierto como en todas las leyendas. La feria de Sevilla tiene dos símbolos, tan netamente jerezanos, como el vino y el caballo.

Y aquí nace mi alma, que no 'miarma', pueblerina y desconfiada del que defiende su terruño. Naturalmente que hay que llevarse bien con los vecinos y sumar fuerzas para que todos ganemos. Pero que todos ganemos. Que los caballos de la Cartuja son la élite de la pura raza española. Y que las mulas son mulas, aunque las enganche el Duque de Alba. Vendamos el caballo jerezano con ayuda de nuestros vecinos sevillanos, pero sin perder la identidad. No sea que al final, el caballo sea cartujano, pero como la loza de Pickman. Sr. Espada, 'touché'.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios