Hay un vandalismo cuyo fin está en sí mismo; no existe más trasfondo que el gozo ante el daño y la destrucción. Hay otro vandalismo que se apoya en reivindicaciones e ideologías. Diferentes planteamientos e idénticos resultados. Atentar contra edificios, monumentos o mobiliario urbano es el argumento de las personas sin argumentos, aquéllos que no son capaces de defender sus ideas de otra manera que no sea mediante actitudes incívicas.

¿En la era de internet y las redes sociales no hay otros medios de expresión? Algunos creen que no.

En una sociedad donde cada vez tienen más cabida las posturas extremistas, el odio al otro puede llevar a atacar supuestos símbolos, plasmados en ciertas obras de arte. Ha sido el caso reciente del monumento a Miguel Primo de Rivera, manchado con pintura por presumibles motivaciones políticas. No seré yo quien entre a enaltecer a un personaje histórico con evidentes sombras. Tampoco, por supuesto, voy a descalificar a los que defienden legítimamente la retirada del conjunto escultórico desde fundamentos ideológicos no violentos. Pero, por suerte o por desgracia, el de Primo de Rivera es el mejor monumento que tenemos en Jerez y me parece un error primar otras cuestiones sobre su valor artístico. La de por sí machacada Plaza del Arenal saldrá perdiendo estéticamente sin él.

Dentro del mismo casco antiguo, en la calle San Blas, una pintada con un "ASTA REGIA YA" pasa más desapercibida, aunque me causa la misma indignación e incluso una incomprensión mayor por la flagrante contradicción que supone apoyar iniciativas culturales desde el vandalismo, y más si inciden en la degradación de un barrio como San Mateo. Bien haría la plataforma creada para recuperar este yacimiento en desmarcarse de un tipo de acciones que sólo dañan una causa plausible y necesaria.

El fin no justifica los medios.

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