Análisis

Manuel Moure

Volar, conducir, viajar, morir...

Es una de las claves del estío: moverse. Aunque el presupuesto sea tan corto que sólo nos permita ir a Valdelagrana y darnos un chapuzón hay que hacer todo lo posible por cambiar de aires. Se puede hacer volando, llegar al destino con rapidez y con los oídos taponados; conducir cientos de kilómetros y acabar rendido... Todos los medios de transporte tienen sus ventajas y sus inconvenientes. A su favor, que nos llevan a otros lugares donde, con suerte, nadie piensa, come, ni bebe según tus usanzas. ¿Te gusta conducir? rezaba el acertado lema publicitario de una conocida fabricante de coches de alta gama. Pues hay a quien sí y a quien no le parece un placer sentarse al volante. ¿Te gusta volar? Pues igual. "La única diferencia -señalaba un amigo- es que cuando viajas por tierra y pasa algo 'malo' casi ni te enteras, pero cuando el 'pájaro' se viene abajo eres consiente durante minutos de que la vas a cascar". Y lleva razón. Lo que pasa, y eso se lo callaba, es que comparas datos y ahora en esta España es más arriesgado darte un baño en la playa (251 fallecidos) que volar a Pekín.

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