Que, por defender la vida, tenga un médico que volverse objetor de conciencia, tiene perendengues. Principios, que parecían surgidos de la misma naturaleza natural, se han vuelto sospechosos para justificar medios atroces. Que el aborto se haya trasmutado en ideología progresista y la defensa de la vida en el exponente retrógrado y antediluviano, es signo del caos valorativo por el que navegamos.

Lo intrínsicamente malo parece que se ha trasmutado en bastión ideológica de una supuesta defensa de la mujer, como si la ideología de género fuese el valor supremo ante el cual todo deba subordinarse, incluso la vida primigenia del nasciturus. Duele que quienes en sus principios políticos se erigiesen en defensores de los indefensos, sean ahora los que más y mejor justifiquen el derecho de unos sobre otros; siendo que esos otros son los desamparados embriones que no tienen voz. ¿Dónde han quedado los que se auto proclamaban a sí mismo 'voz de los sin voz'?

Como todo se ha politizado, las leyes, salidas al respecto, se suman unas a otras, en los gobiernos de distinto signo, sin que nadie ponga sentido a las mismas, por miedo a desestimar el gusto de los votantes. Y aquí hay un tema que supera las complacencias y las ideologías, por más que se lo quieran apropiar los de un bando u otro ¡Por favor, señores, que la vida no es de derechas ni de izquierdas!

Pareciera que la ley de plazos haya conquistado un derecho para la mujer, cuando, en realidad, atendiendo los criterios científicos, sólo se ha llegado a justificar un retroceso significativo en la consecución de los derechos humanos más elementales. ¿De verdad se avanza en civilización cuando se apuesta más por la muerte que por la vida? Sin duda, en el trasfondo, hay una campaña cultural y de las ideas, sobre todo de las ideas, desde donde se nos quiere inducir a la aceptación de lo bueno o de lo malo según el modelo legal del gobernante, como si la conciencia no tuviera nada que decirle a la ley.

Recuerdo, para los amnésicos, que, en su día, la ley tuvo a la esclavitud como legal ¿Es fuente de verdad la ley promulgada en este caso? ¿Es bueno el aborto por ser legal? ¿En qué momento de la semana 14 un feto comienza a ser persona? ¿En qué momento exacto del desarrollo? Si la persona se define como un progreso continuo hasta la muerte ¿qué ciencia asegura el principio o el final de la persona y en cuál de su grado fisiológico? ¿lo determina el peso del hígado, la medida del fémur o los centímetros de la cara? Si es la medida del desarrollo del feto lo que determina la ley de plazos, sencillamente deberían habernos abortado a todos los que no damos la talla para pívot de baloncesto, con lo que hubiéramos sido mejores espartanos, ciudadanos quiero decir. Ese conjunto de células tiene algo que decirle a la ley de plazos.

Si no tenemos ni idea de en qué momento exacto sucede no se sabe el qué, ¿a qué estamos jugando? ¿A ser dioses?

El desgarro emocional que se produce cuando oímos la noticia de un recién nacido encontrado en un cubo de basura, no lo es menos que esta ley de plazos, de caducidades más bien, en la que predomina la ideología sobre la ciencia, o sobre la conciencia, que tanto ha rezagado la humanidad en conseguir. ¡Qué aberración!

Al decir embrión, estoy hablando de una de tantas fases de evolución del ser humano; no es una excreción de la madre, es vida propia, por lo que la división entre huevo, embrión y feto viene a ser una división arbitraria, siendo que el hombre entero se encuentra en el óvulo fecundado con todas sus potencialidades (a no ser que de ahí nacieran linces, en cuyo caso tendrían protección animal).

Aceptar que después de la fecundación hay un nuevo ser no es ya cuestión de opinión sino un hecho incontrovertible. Y es aquí donde se decide todo el derecho positivo, porque la vida, si cabe, es prioritaria al supuesto derecho de libertad de cualquier progenitor ¿Qué sería de la libertad sin la vida? Es este derecho el que vincula en sí a todos los poderes públicos; porque, incluso en la falta de libertad de un cónyuge, no se puede atentar contra el inocente.

La vida humana no es algo que concedamos los hombres a otros seres, sino que está ahí y la debemos proteger. Máxime cuando se trata de un ser inocente, distinto a la madre, y no sólo un 'spes homini', como la misma ciencia sostiene. No se trata de penalizar una acción moral, sino de defender la vida.

El Estado está subordinado a la vida y tiene la obligación de promoverla por encima de cualquier interés ideológico: la persona es el principio y fin de toda institución social, por encima incluso del padre o la madre, a quienes ni siquiera corresponde la facultad de disponer de la vida del concebido con el sofisma de que 'nuestros cuerpos son nuestros'.

El Estado de Derecho parte de la conciencia del absoluto valor del hombre, sin lo cual todo se convertiría en una engañifla impersonal y totalitaria. Veremos qué ocurre ahora que los científicos europeos son capaces de desarrollar embriones artificiales para favorecer abortos y embarazos 'a la carta' de forma mecánica. La bioética por los suelos, la dignidad hecha trizas y la vida a merced de la arbitrariedad sistémica mientras la ley de plazos siga justificando la masacre más deleznable de esta, mal llamada, civilización.

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