La tasa de ahorro de los hogares españoles se ha disparado en el segundo trimestre de 2019 hasta el 19,3% de la renta, sin efectos estacionales el 8,7%. La tasa de ahorro más alta de la última década. Habría que remontarse a 2009 para encontrar una tasa mayor (20,1%). Es el ahorro del miedo, el ahorro-precaución. Cuando los hogares ven el futuro amenazante, se esfuerzan por ahorrar más, a costa de consumir menos. Lo sorprendente es que las expectativas de las familias hayan alcanzado el nivel de pesimismo del peor momento de la gran recesión. El actual crecimiento del PIB y el empleo, por encima del 2%, no justifica tan elevado deterioro de las expectativas.

Podríamos argumentar que las causas del miedo son externas: el Brexit, la guerra comercial de China y EEUU, etc. Pero estas amenazas no son ni cercanas a las familias, ni nuevas. Las llevamos padeciendo varios años sin cambios sustantivos. Por el contrario, el deterioro de las expectativas de los hogares ha sido reciente, rápido y profundo.

Mi opinión es que lo que ha aterrorizado a los ciudadanos ha sido la inestabilidad política, el miedo a un Gobierno carente de ideas y políticas para afrontar la desaceleración, irresponsable e incapaz de pactar y abocado a unas nuevas e inciertas elecciones. Según la última encuesta del CIS los políticos son el segundo problema después del paro. La memoria reciente de la dureza de la gran crisis y las crecientes alertas de recesión son un factor adicional socio-psicológico que alimenta el pesimismo. Son relatos que pueden acabar en una profecía autocumplida. El miedo también se refleja en el destino preferente del ahorro hacia depósitos bancarios, un activo seguro, pero el menos rentable. Los hogares prefieren soportar la represión financiera que implica la pérdida de valor de sus depósitos, con intereses por debajo de la inflación, que la incertidumbre de otras alternativas de inversión-riesgo. En tiempos de incertidumbre el ahorro es insensible a los tipos de interés y adicto a la seguridad.

Lo más preocupante es que como consecuencia del aumento del ahorro, el consumo de las familias, principal motor de la economía, se ha estancado. La inversión en construcción se ha desacelerado , la inversión en bienes de equipo es negativa y el crecimiento interanual del PIB se ha desplomado hasta el 2%, desde el 2,4%. La revisión del INE es responsable de la mitad de esta caída.

Sorprendentemente son las exportaciones, que crecen al 2,2%, las que nos han salvado. Las exportaciones son las responsables del 50% del crecimiento del PIB. La demanda nacional ha aportado un 1% al PIB trimestral, lo mismo que las exportaciones. Buena y mala noticia. Buena porque explícita la mejora de la competitividad de España. Mala porque es arriesgado depender de un único motor, frágil e insuficiente, dada la todavía escasa apertura exterior de España y el creciente deterioro del comercio internacional.

No obstante, gracias al ahorro,la deuda privada de los hogares y del país ha continuado descendiendo, salvo la deuda pública que alcanza el 98,9% y la balanza en cuenta corriente y la capacidad de financiación del país han mejorado.

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