Viendo la política de la Junta de Andalucía con respecto al Centro Andaluz de Documentación del Flamenco, da la sensación que el futuro de esta institución, que debería ser emblema de una región por los tesoros que guarda en su interior, pinta negro o muy negro. Y lo pinta por los desmanes que desde la Consejería de Cultura se hacen diariamente hacia él, un ejemplo más de la política que lleva a cabo la consejera Patricia del Pozo hacia el flamenco, una política que como muy bien ilustraba hace poco un buen amigo, se basa en pregonar vino y vender vinagre.

No es lógico que desde el pasado 9 de julio, el Centro Andaluz de Documentación del Flamenco tenga sus puertas cerradas, simplemente porque nadie parece hacerse cargo de la jubilación de una conserje el pasado 31 de mayo.

Desde entonces, por una razón u otra, las puertas del Palacio Pemartín permanecen cerradas y para poder realizar cualquier consulta, hay que pedir cita o buscarse la vida llamando por teléfono. Si ya fue de las últimas entidades culturales que abrió sus puertas tras la pandemia, la situación que está viviendo actualmente tampoco le beneficia.

No es lógico pues que en pleno mes de agosto, con el turismo, aunque sea nacional, reactivándose en medio de la pandemia, no se pueda visitar.

Desde fuera da la sensación de que es una institución que no interesa o que quieren, como ha pasado ya con otras, dejarla de lado hasta que muera. ¿Con qué fin? No lo sé.

Tampoco entiendo que a día de hoy aún se desconozca su futuro en cuanto a su ubicación, ya que aunque inicialmente el proyecto del Museo del Flamenco de Andalucía recogía el cambio de sede, es decir, del Palacio Pemartín a la Plaza Belén, las protestas de intelectuales, investigadores y grandes nombres de la cultura flamenca sobre la necesidad de mantenerlo en su actual residencia, abrieron un debate sobre si era adecuado o no trasladarlo a la Plaza Belén.

De hecho, el Partido Popular de Jerez e Izquierda Unida llevaron a pleno una propuesta en abril de 2018 para que no cambiara de sede, propuesta que no fue aprobada por unanimidad al abstenerse PSOE y Ganemos.

La Junta, por su parte, no se ha pronunciado claramente sobre su futuro, si seguiría allí o se mantendría en la Plaza San Juan, algo que, viendo la redacción del proyecto planteado por la constructora Díaz Cubero, parece ahora más claro. Habrá cambio.

En su momento se utilizaron argumentos ambiguos, y algunos fuera de contexto, como la tardanza en realizar la consulta o que la red wifi era lenta, argumentos que evidenciaban no ya sólo desconocimiento de lo que es el funcionamiento diario del Centro Andaluz de Documentación del Flamenco, sino una clara demostración de que todos aquellos que usaron esta excusa, no han estado en su vida en sus instalaciones y no tienen ni idea de la labor que allí se hace.

Pero claro, da igual porque según la consejera de Cultura Patricia del Pozo, el flamenco en Andalucía es una maravilla, todo funciona perfectamente y los artistas pueden estar tranquilos (al menos los de siempre, que esos no han perdido su posición con el cambio de gobierno). Además, el Instituto Andaluz, que sigue descabezado desde hace más de dos años y que tiene un proceso abierto para la llegada de un nuevo director que está en entredicho (con un dedo claro señalando a una persona concreta), sigue ahí aunque sea como un simple florero. Y además, como diría la propia Del Pozo, incluso se está redactando una futura ley del flamenco, que por cierto espero que esté antes de que finalice la legislatura, porque llevo escuchando lo de la dichosa ley desde hace más de una década.

Con todo esto, ¿para qué queremos cambios? Así va al flamenco en esta bendita región. Una lástima.

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