Programación Guía completa del Gran Premio de Motociclismo en Jerez

El 21 de junio de 1964 se disputó en el Santiago Bernabéu la final de la segunda edición de la Eurocopa. El partido estuvo a punto de no disputarse, según cuentan algunos cronistas, Franco no quería verse en la tesitura de tener que entregar la copa a la URSS.

La final, afortunadamente, se disputó y para mayor gloria del caudillo y de la patria, España demostró al mundo que el comunismo nunca vencería en nuestra tierra, ni ante los españoles. El partido fue muy disputado. Empezó marcando Chus Pereda a los seis minutos de partido, pero muy pronto empataron los soviéticos. El público español animaba a los pupilos de Villalonga. En el palco, junto al generalísimo Francisco Franco Bahamonde, disfrutaban del partido Juan Carlos Alfonso Víctor María de Borbón y Borbón-Dos Sicilias y Sofía Margarita Victoria Federica de Grecia y Dinamarca.

El caso es que en dicho palco se sufrió más de la cuenta. La araña negra, Lev Yashin, evitaba una y otra vez que los españoles metieran un segundo gol. Los demonios comunistas no daban su brazo a torcer. Pero el pundonor, la raza y la entrega de la selección española, por supuesto con la ayuda de Dios, obró el milagro. Por cierto, España decidió no jugar con la camiseta roja, nada de dar ventajas a los rojos. Se usó el azul, mucho más al estilo joseantoniano. Corría el minuto ochenta y cuatro de juego, Chus Pereda, jugador del Barcelona, nacido en un pueblecito de Burgos y que había jugado un año en el Real Madrid, subió por la banda derecha, centró y Marcelino, no confundir con el del pan y vino -ese era Joselito-, marcó uno de los goles míticos del fútbol español.

Aquella épica victoria tardaría décadas en volver a repetirse, de ahí la mitificación de aquel gol. Los españolitos de a pie siguieron el partido por la radio y luego, en el resumen en blanco y negro del Nodo. El caso es que la jugada no fue bien recogida por las cámaras presentes en el Bernabéu y para el Nodo se montó con un centro parecido al de Pereda, pero efectuado por Amancio.

Parece mentira que España haya vivido cuarenta años bajo el ordeno y mando de un solo hombre. Un país como el nuestro, de gente tolerante, honrada, respetuosa, defensora de la libertad de ideología, de expresión. Parece casi imposible creer que la dictadura y el totalitarismo haya subyugado durante cuatro décadas a millones de españoles, cuando hoy en día seguimos demostrando al mundo, pero sobre todo a nosotros mismos, que somos defensores de la democracia, capaces de discrepar, sin insultar, siempre dispuestos a intentar acercar posturas, en pos del bien común. ¡Qué lejos quedan esos tiempos de blancos y negros! Nunca olvidemos, aunque la imágenes digan lo contrario, que el centro fue de Chus.

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