Jerez huele a seguiriya, a soleá, a bulería. Sabe a vino. Su flamenco también. Cuna impagable de lo jondo produce cepas flamencas cuya génesis se remonta al mismo origen. Menos años, muchos menos tiene de vida su festival. No ha sido imprescindible que se creara para tener su lugar en el mundo. Jerez nació flamenca. Una de las principales cunas, preocupada por amamantar, crecer y producir las mejoras añadas. Una criatura, el flamenco, que con los años ha crecido, ha cambiado, ha madurado, ha viajado, se ha independizado e incluso a vuelto a casa. La evolución de todo cuanto digo se puede traducir en lo programado en el festival de Jerez.

Por otro lado, es impagable la labor de todos aquellos que a lo largo de su vida, han formado parte fundamental del mismo. Desde los gestores y cabezas visibles a los trabajadores del teatro y al personal de los diferentes espacios. El festival, viva voz de lo jondo (cante, baile y toque) del siglo XXI, está iluminado de luces pero también ensombrecido de olores y colores que tiñen un monumento musical por el que hasta los extranjeros 'mueren'.

Como si de un arcoiris se tratase, los colores vivos, brillantes, forman parte intrínseca del baile flamenco, el principal atractivo estos días. Habrá otros abanicos cromáticos, claroscuros que pasan desapercibidos para la mayoría pero ahí están. Invisibles para muchos, deslumbrantes para otros.

En uno de esos microclimas que se dan en estos días, me quiero centrar. El de la prensa especializada. Una 'pata' imprescindible a todas luces, que da categoría y visibilidad mundial al flamenco. Necesario será cuidar y proteger a esos profesionales de la información que dedican su tiempo a aprender, formarse (autoformarse) para rendir cuentas de todo lo que ven, oyen y que queda reflejado en sus escritos. Una prensa cuya premisa debe ser, amén de dar una opinión personal de todo cuanto sucede, dar información veraz, contrastada, real, ajena a elementos subjetivos y participados de intereses personales.

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