La compleja recuperación de China

Las señales de desaceleración económica de cara a los próximos trimestres se han extendido a China, que sigue inmersa en una recuperación de la actividad más compleja y menos sólida de lo proyectado por el consenso del mercado a comienzos de 2023. De esta forma, la potencia asiática no sólo afronta el impacto sobre la actividad de los desequilibrios asociados a la crisis inmobiliaria y las consecuencias de la vigencia durante 3 años de la política zero covid, sino también del impacto sobre su sector industrial y exportador del endurecimiento de las condiciones financieras globales sobre el consumo y la inversión a nivel global. En una coyuntura en la que las crecientes tensiones geopolíticas entre EEUU y China, y la posición equidistante del Gobierno de Xi Jinping sobre la guerra en Ucrania continúan erosionando su marca país y lastrando la atracción de inversión directa extranjera procedente de las economías avanzadas.

Tras observarse una ralentización del ritmo de crecimiento de la producción industrial y las ventas minoristas en mayo, en junio la lectura de los indicadores PMIs de China han confirmado una mayor pérdida de dinamismo de la actividad, que podría agudizarse en los próximos meses a medida que se confirmen la nuevas subidas de tipos de interés oficiales por parte de los bancos centrales de los países del G7 y las economías avanzadas sufran una mayor desaceleración, como anticipan los datos de los gestores de compra, el ritmo de concesión de nuevos créditos al sector privado o la persistencia de las tensiones inflacionistas. Así, se confirma la necesidad de las autoridades económicas de la potencia asiática de introducir nuevos estímulos con el objetivo de lograr situar el avance del PIB en torno a un 5% anual en 2023.