Programación Guía completa del Gran Premio de Motociclismo en Jerez

He vuelto de la Aldea y lo hago lleno de Rocío. Este año se dieron todas las circunstancias para que pudiera hacer por primera vez el Camino y así cumplir un deseo que venía persiguiendo desde hace algunos años. No muchos, la verdad. Porque nunca me consideré rociero e incluso llegué a renegar de la Romería.

Pero este año sentía la necesidad de unirme al Camino, vivirlo y disfrutar la experiencia. No negaré que la incertidumbre se apoderó de un servidor en los días previos. Pero le hice caso a mi tío David Román: "tienes que ir con el alma abierta y a corazón descubierto". Y ahí que me lancé en la reunión de Los Primos de las Tablas a vivir una experiencia completamente desconocida en mí.

De principio a fin sentí que la Santísima Virgen del Rocío siempre estuvo en medio de todo. Con la emoción de un niño que vive por primera vez aquello que nunca ha vivido, supe empaparme de la misa de romeros de Santo Domingo -desde la puerta por la que algún día me gustaría salir de la mano de mi prometida- al estar la iglesia completamente llena. De ahí a caminar, al coche y al primer Ángelus en el Barroso, donde empecé a comprobar que el Rocío es una Hermandad con mayúsculas. Donde el compartir está por encima de todo lo demás.

Y la alegría por caminar en busca de la Blanca Paloma es latente. Porque Ella es el principio y el fin de un Camino, que sin su presencia no tendría sentido. Las cosas de la Virgen. Tras llegar a Sanlúcar y cruzar a la playa de Malandar, el tiempo parece correr más deprisa de lo normal. Se olvidan los relojes, los móviles y las horas. Que pasan velozmente sin que uno pueda darse cuenta más que por el sol que va tornando de un lado a otro en el ancho cielo sanluqueño que se expande entre el Guadalquivir y Doñana.

Desde que cruzas hasta que llega el Simpecado, pasan horas. Pero no te das cuenta. Las cosas de la Virgen. Llega y se repiten los cantes, sevillanas en solitario, en grupo y piropos al Simpecado. Vellos de punta. Emoción en los ojos. Entramos en el Coto. Pisamos la arena. Caballos. Pinos. Sevillanas. Y vino. Hay alegría. Como diría la canción 'Cada paso que doy, estoy más cerca de Ella'. Llegamos a Marismillas. Agotados pero felices.

Y a la mañana, desmontaje, misa rodedada de carretas y vivas. Y más encuentros. Y abrazos. Alegría. Eso es el Rocío. Y acercarse al Simpecado, como quien se acerca a la Virgen. Esa devoción por el Simpecado que eriza el sentimiento. Y más amigos. Y más arena. Y un brindis, y otro. La sonrisa no se despega del semblante. Y uno, que era ajeno a todo esto se sonríe. Porque en todo tiene que ver Ella. Las cosas de la Virgen. Y disfrutar el Coto. Porque nos acercamos a la Pastora entre pinares que dibujan un paisaje maravilloso, y un polvo que es sello del camino. Camisas blancas que tornan a azabache en Carbonera. Por algo lleva ese nombre. Y más cantes. Y guitarras. Y la noche junto al Simpecado. Entre sevillanas. Y velas. Emoción. Como dice la sevillana 'Una noche en el camino, yo no la cambio por ná'. Las cosas de la Virgen.

Y todo con un orgullo siempre junto a ti: tu medalla y el cordón morado de Jerez. Hay algunas que cuentan más de 40 'Rocíos'. O la mía cuyo cordón morado hace honor a la novedad del momento, y que me regaló mi suegra, otro orgullo que llevo en mi corazón. Y estampas del Coto que se vuelven inolvidables, como el Cerro del Trigo. O el Cerro de los Ánsares, donde vivimos una de las misas más bonitas junto a un Simpecado que me vuelca el corazón cuando le rezo. Las cosas de la Virgen.

Más reuniones. Gente. Peregrinos. Amigos. Gente que camina buscando a la Señora. Sabe la Virgen que más pronto que tarde, yo también me iré de peregrino. Y en la Aldea…, en la Aldea el júbilo se apodera cuando en Bellavista y en Muñoz y Pavón llega el Simpecado de Jerez. Sevillanas que no cesan. Como las del Coro Al Alba que vuelve a reunirse para la ocasión. Y cómo suena. Alegría. Vino. Y vivas. Jerez ha llegado al Rocío. Y se presenta ante la Santísima Virgen. Me emociono. La veo de lejos. Me vuelvo a emocionar. Las cosas de la Virgen.

Y entre las casas, voy reencontrando amigos. Que te ofrecen lo que tienen. Porque la alegría de ver la Virgen se apodera de todo y de todos. Porque todos están ahí por Ella. En un rato, salimos a buscarla. Y ponernos frente a Ella. Me vuelvo a emocionar. Te agarra y te une a Ella. Las cosas de la Virgen. Se viven días intensos en la Aldea. En uno de esos momentos, cuadra que me bauticen. Rodeado de grandes amigos en la Peña Pentecostés. Presidido por Andrés Cañadas (padre e hijo) y José Luis Sánchez entre otros como Orlando Lucena o Carlos Grosso. Y entre mis padrinos, Ismael Jiménez, un buenísimo amigo que andaba por allí por ser padrino en otro bautizo. Quería la Virgen que estuviera precisamente en ese momento. Las cosas de la Virgen.

Me emociono. Y mucho. Ya soy de Ella, David de Pentecostés. Y en la procesión, se recoge antes y no me da tiempo a verla. Por algo será, seguro. Pero llego temprano a la llamada de Jerez, a las 9:15. Pero sí me encuentro con la Señora, a la hora del Ángelus junto al Simpecado de Jerez. Me emociono entre sevillanas y vivas. Hay abrazos al salir. Y sin poder hacer la vuelta, al día siguiente al volver a la Ermita a despedirme de la Virgen, me vuelvo a encontrar al Simpecado, que sale para Jerez. Las cosas de la Virgen. Me emociono, como al despedirme. El Rocío se expandió en mí como una mancha de aceite. Qué razón tenía Antonio Gallardo. Pareciera que la Virgen estuviera esperándome todo este tiempo. Y ahora me siento rociero. Porque he vivido la experiencia. Un Camino realmente especial por ser el primero, rodeado de la buena gente del Rocío y por ir de la mano de Vicky Román y de sus padres Vicky Lobo y Lolo Román, quienes me han llenado -casi sin saberlo- del Amor que sienten por la Virgen. Será por las cosas de la Virgen. Contando los días para volver a verte…, y a 'A vivir el Camino volveré'… qué cosas tiene la Virgen.

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