Análisis

Ignacio Martínez

Pedro se compara con Felipe

En los llamados países frugales se paga mucho más de impuestos que en España y son muy celosos en el gasto. Desgraciadamente en Holanda no ejercen la misma virtud con los ingresos

El presidente del Gobierno atiende a la prensa durante la cumbre de Bruselas.

El presidente del Gobierno atiende a la prensa durante la cumbre de Bruselas. / Francisco Seco / Efe

SÁNCHEZ se compara con González. Ayer confrontó el montante de los 750.000 millones del fondo de recuperación con el fondo de cohesión que propuso Felipe González en los 90 para facilitar la convergencia a la moneda única. En boca de todos los jefes de estado y de gobierno de turno las cumbres han sido siempre un éxito por definición. Es una forma de auto elogio a la que nadie es capaz de sustraerse. Hace tiempo incluso que los líderes europeos echaron mano de epítetos más grandilocuentes. Así, cuando a este consejo europeo se le califica de histórico, ya está de antemano deslucido el término.

Y sin embargo, es histórico que se duplique el presupuesto comunitario para los próximos siete años, respecto al que tenía la UE antes incluso de la salida del Reino Unido. Es un resultado acumulado para el que hay que sumar tres cantidades heterogéneas: 1. El presupuesto ordinario de enero de 2021 a diciembre de 2027 por importe de 1,07 billones. 2. Los 750.000 millones extraordinarios de subvenciones y préstamos del plan de recuperación. Y 3. El paquete de 540.000 millones autorizado por el Ecofin en mayo.    

Esta cumbre maratoniana ha sido una batalla negociadora tan enconada que muchos han hecho una atribución de buenos y malos. Entre los malvados se lleva la palma el holandés Mark Rutte, punta de lanza de los llamados países frugales. Hay que decir sobre ellos varias cosas importantes. La primera es que son países en los que se pagan muchos más impuestos que en España: un 28,4% más en Dinamarca, 23,5% más en Suecia, 21% en Austria, 20,1% en Finlandia y 10,2% más en Holanda. Se contribuye más y se exige más. Se controla más el gasto, lo que les lleva a pedirlo también para la deuda mutua de 390.000 millones que ahora va a contraer la Comisión en nombre de todos los países de la UE.

Otro aspecto en su descargo es lo que podríamos llamar el síndrome Varoufakis. El ministro de Finanzas de Grecia durante sólo seis meses en 2015 dejó tras de sí una estela de resentimiento entre los socios no tanto por sus políticas como por su carácter provocador y pendenciero. Que el vicepresidente Iglesias aludiese en el Congreso a los gobiernos de Holanda, Austria y Dinamarca como de “extrema derecha” en un rifirrafe con el secretario general del PP García Egea, sin duda no habrá ayudado al buen ánimo negociador ni a la confianza de los aludidos en la parte populista de la coalición gobernante en España.

Tres de los cinco ‘austeros’ tienen primeros ministros socialdemócratas

Es cierto que el liberal Rutte llegó al poder en 2010 con el apoyo del ultraderechista Geert Wilders, con un entendimiento que duró dos años. Y que el democristiano Sebastian Kurz gobernó Austria en coalición con los populistas de extrema derecha del FPÖ y ahora lo hace con los Verdes. Pero de los cinco frugales, los tres nórdicos tienen primeros ministros socialdemócratas. No era una cuestión ideológica. Son países que, salvo Austria, han contenido su deuda pública por debajo del 60% del PIB hasta que llegó esta crisis. Alguno como Suecia y Dinamarca incluso por debajo del 40% de su producto bruto nacional. Y por tanto son muy vigilantes de la virtud del ahorro.

El presidente del Consejo, el belga Charles Michel ha atribuido cursimente el buen fin de la cumbre a la magia de la UE. Y no ha sido la magia sino los intereses lo que ha permitido un acuerdo. Los países de la minoría de bloqueo son todos contribuyentes netos de la UE, pero su escaso peso hace que reciban muchos más beneficios del mercado único que su escasa aportación al presupuesto. El mercado interior sin aranceles es un gran negocio para los países más industrializados: un 74% de las exportaciones de Holanda van al resto de la Unión.

Desgraciadamente su celo en la virtud para el gasto no se corresponde con el mismo rigor en los ingresos. En particular Holanda es uno de los campeones en la elusión fiscal en la Unión. Se la considera el cuarto paraíso fiscal corporativo del mundo detrás de las Islas Vírgenes, Las Bermudas y las Islas Caimán. Eliseo Oliveras en El Periódico de Cataluña situaba en Holanda el 23% del total de inversiones corporativas mundiales vinculadas a paraísos fiscales, según un informe de la Universidad de Ámsterdam sobre centros offshore.

Estados Unidos reclama desde hace décadas a Europa que gaste el 2% de su PIB en defensa, y el presidente Delors pedía lo mismo a los socios de la CE para el presupuesto comunitario en los 90. Se ha cumplido más lo primero que lo segundo. El presupuesto de la Unión apenas ha superado tradicionalmente el 1% del PIB comunitario. Pero aprovechando los recursos que se evaporan anualmente por el sistema del sándwich holandés, el doble irlandés, el solo maltés y demás modelos de evasión legal, la UE podría tener siempre un presupuesto del 2% de su PIB, sin planes extraordinarios.

Pero la directiva de Intereses y cánones de 2003 permite a un mismo grupo de empresas tribute en un solo país, lo que propicia pasarelas a los paraísos fiscales de las grandes multinacionales norteamericanas y de las propias grandes corporaciones europeas. La semana pasada el Tribunal de Justicia de la UE dio por buena la ingeniería fiscal de Apple en Irlanda para evadir el pago de 13.000 millones de euros entre 2003 y 2014. Algún año la tecnológica norteamericana pagó el 0,005% de sus beneficios.

Confrontar el plan de recuperación con el fondo de cohesión es tramposo

En el plano doméstico Sánchez consigue un resultado excelente para España. Y, sorprendentemente, se compara con González y se pone mejor nota. Pero hace trampas. Choca que por dos veces el presidente del Gobierno comparase en su rueda de prensa los 72.700 millones de subvenciones que vendrán a España del fondo de recuperación con la cifra diez veces menor del fondo de cohesión aprobado en el paquete Delors II en la cumbre de Edimburgo de 1992. Había una alusión subliminal, porque aquel fondo para ayudar a Portugal, Irlanda, Grecia y España (PIGS en sus siglas en inglés) a entrar en la moneda única fue una propuesta de Felipe González. Dijo Sánchez que fue muy importante fue para las infraestructuras. No tanto.

Aquel fondo de convergencia no soportó ni de lejos el grueso de las infraestructuras de transporte o medio ambiente que se construyeron en España en la época: sólo los fondos estructurales que venían a Andalucía superaban cualquier año el montante total para España del fondo de cohesión. Si la insistencia de ayer en la comparación es un ajuste de cuentas encubierto con González, Sánchez hace trampas: en Edimburgo se duplicaron los fondos estructurales y eso fue muchísimo más importante que el fondo de cohesión. En todo caso, el presidente ya se compara con Felipe González. 

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