Lo pude comprobar y lo padecí en la noche del pasado Sábado Santo, al término de la Vigilia Pascual celebrada en la Catedral de Jerez, cuando al tratar de regresar a casa, rozando ya la hora del toque de queda que nuestros democráticos políticos nos han impuesto hace ya tiempo, me topé con una auténtica multitud por Plaza Vargas, calle Letrados y su esquina con el Consistorio e igualmente en la Plaza del Arenal, donde cientos de personas, mayoritariamente jóvenes, a los que no se puede atribuir en exclusiva semejantes comportamientos, y también bastantes "talluditos", vivían su vida -poniendo en peligro la de los demás- sin mascarilla, vociferando, fumando y exhalando el humo de sus cigarros, naturalmente acompañados de sus correspondientes peligrosos aerosoles, apretujándose en torno a una mesa en las terrazas e interiores de los bares, ignorando sin contemplaciones la limitación del número de personas fijado para estos casos, taponando el tránsito de la vía pública; en suma, un auténtico desmadre en pleno centro de Jerez, sin que por la cercanía se percibiera la presencia de algún agente del orden precisamente para tratar de imponerlo…

Y después querremos que esto del Covid pase de una vez, que el virus no acabe con más vidas y que regrese la normalidad de antes -no la impuesta llamada "nueva normalidad"- a cuyo restablecimiento en nada contribuimos con actitudes como la que me encontré aquí en mi pueblo en la víspera del Domingo de Resurrección.

Evidentemente la nuestra es una tierra que por la forma de ser de la gente, por los habituales comportamientos sociales y por supuesto por el propio clima del que disfrutamos prácticamente durante todo el año, favorece esta manera de relacionarnos pero casos como el que pude presenciar y en parte vivir, hace una semana, nos sitúan ante la probabilidad de que la expansión del virus se prolongue bastante más de lo debido, a lo que desde luego contribuyen las continuas contradicciones de los responsables políticos -ahora mascarilla hasta en la playa , ahora no-, "en verano ya estará vacunado el setenta por ciento de la población" , lo que no deja de ser bastante dudoso, "la vacuna Astrazeneca solo para los jóvenes", ahora también para mayores de sesenta años… En definitiva, un aluvión de mensajes que en sí mismo se contradicen lo que unido al bajísimo ritmo de la vacunación del conjunto de los españoles, que es en realidad donde se encuentra buena parte del problema, posiblemente alienta en el fondo el despropósito vivido en el final de la Semana, especialmente desde el miércoles, que podría tener funestas consecuencias para muchas personas y esperemos que no sea así.

Ya se sabe que la sociedad española, a diferencia de la de otros países de nuestro entorno geográfico y no digamos nada de otros más alejados y de idiosincrasia curtida en principios y costumbres ajenas a las nuestras, no suele ser especialmente uniforme y disciplinado en sus comportamientos -ya dijo hace años un conocido político "que España es diferente", al lanzar un mensaje para atraer el turismo- pero ante amenazas como la que supone esta peste del siglo XXI sería necesario exhibir, por parte de adultos y de jóvenes, un mayor sentido de la responsabilidad y la prudencia, al menos pensando siquiera un poco en los demás…

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