Las zonas costeras, que en pleno verano están repletas de sombrillas y de guiris tostándose al sol en pleno mes de marzo, todavía siguen pareciendo pueblos fantasmas. El pasado viernes, me resultó sorprendente estar cenando en Sanlúcar y ver como solo habían tres familias sentadas en las mesas. Los bares estaban vacíos y las plazas desérticas. Es cierto que el tiempo no acompaña, pero ¿habrá que aprovechar la tregua que las nubes nos dejan entre hora y hora, no? Pues ni por esas. Las zonas costeras no deben concentrar todo su valor en los millones de euros que reciben del peso turístico durante los tres meses de verano. Su gente necesita una programación amplia de actividades que les haga no querer salir de su ciudad para poder disfrutar de un tiempo de ocio. ¿Por qué el único disfrute que puedo tener en mi ciudad es darme un baño en la playa si el resto del año tengo que salir fuera para pasar un buen rato? Que se incentive el ocio de los ciudadanos es importantísimo y parece ser que no lo tienen en cuenta. Ahora, las tortillitas de camarones, buenísimas.

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