Análisis

Jaime Betanzos sánchez

La excelencia de la juventud

La bruma espesa del pasado viernes adjetivó la ciudad pandémica. Un epíteto hermoso que materializó la miopía existencial de los últimos meses. Una lluvia fina, casi imperceptible, empapaba los carteles anunciadores de eventos que nunca sucedieron. Filomena dibujaba los trazos del invierno en el invierno histórico que vivimos.

La luz interior tropezaba en la puerta abierta del Santuario y yacía desmayada sobre los últimos peldaños de la escalinata. Dentro, la liturgia eucarística; fuera, los rezagados preguntan si quedan entradas. La Hermandad de la Redención y la Asociación Juvenil Futuro Abierto han programado un concierto de la Orquesta Juvenil Campos de Andalucía. En apenas unos minutos los bancos se pueblan de familiares, melómanos y curiosos.

Veinticinco partituras descansan en sendos atriles y relatan frases mudas a unas sillas vacías sobre un frío presbiterio de mármol. Deberían ser el doble de partituras, de atriles y de sillas, pero las restricciones de distanciamiento social lo impiden. El vigésimo sexto atril saluda a los asistentes tras un estrado de reducidas dimensiones.

El Hermano Mayor, Agustín Llamas Galera, da la bienvenida al acto. Recuerda que todo lo recaudado se destinará a obras benéficas. Al fin, los músicos hacen su entrada. Son jóvenes de entre 15 y 20 años. La mayoría cursa estudios medios o superiores en el conservatorio y otros son autodidactas. El director de la orquesta, Pedro Gálvez, otea el improvisado escenario y encuentra la mirada cómplice de los músicos. En ese instante, la batuta comienza a dibujar giros en el aire en el intento de escribir las notas que se desprenden de los instrumentos. Suena una selección de Mozart, Schubert y Antón García Abril inició

Finalizada la primera parte del acto, el maestro Gálvez tomó la palabra. Con una elocuencia similar a la maestría con que había dirigido la orquesta, se dirigió a los presentes para agradecerles su asistencia. Explicó de forma somera las obras que componían el concierto y agradeció a los organizadores su apuesta por la cultura en una situación tan difícil. Se refirió a Onda Jerez Televisión para reconocer que grabaran y retransmitieran el acto.

Finalmente, mostró su gratitud a los padres salesianos por la cesión de sus instalaciones para los ensayos de la orquesta. A continuación, el director de la Casa Salesiana Manuel Lora Tamayo, Mario José Pardos Ruesca, entregó al director de la orquesta un cuadro como recuerdo del acto. La Obertura de Egmont, de Beethoven y Amor Brujo, de Falla clausuraron el concierto

Fuera, la noche desapacible trenzaba las hebras del frío, la lluvia y el viento. Pero el espíritu se había reconocido capaz de ensancharse pese a todas las circunstancias. Aquellos jóvenes revirtieron una tarde presumiblemente ordinaria. Son músicos y compañeros de orquesta, pero se intuye que antes eran amantes de la música y amigos. Quizá sea esa la clave de sol de todas sus partituras. Si es así, esta aventura será solo el inicio de una brillante carrera profesional.

Hace unos días, compartieron los frutos de sus esfuerzos con la generosidad de quien cree en el arte por el arte. Muchas personas habrán de agradecer su colaboración. De justicia será que quienes hoy disfrutamos de sus conciertos benéficos, apostemos mañana por el trabajo de músicos profesionales. La capacidad y la humanidad que demuestran bien merecen que reconozcamos su trabajo. Además, llevan el nombre de Jerez consigo. Un servidor, por su parte, espera verlos cumplir sueños profesionales de altura. Y, por supuesto, cuando alcancen el éxito, los volveré a esperar a las plantas de María Auxiliadora.

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