No me habían hecho más fotos en toda mi vida. Vamos, que me apuesto una ronda a que si en vez de pasear acompañado de la Preysler, hubiera ido de un brazo con Madonna y del otro con el Papa, no nos habrían dado ni la mitad de brasa los paparazzi. Pero es lo que tiene ser la reina del glamour: que puedes salir a la calle con un escote a lo Brigitte Bardot y conseguir que mañana se agoten en todas las tiendas de Europa los vestidos con escote Bardot. Pero que si en vez de eso, por un despiste, la Preysler bajara a la panadería con unas mallas llenas de pelotillas y una camiseta de Campofrío, mañana habría bofetadas en las boutiques por conseguir unas mallas con pelotillas y esas camisetas tan chic que llevan anuncios de jamón york.

Picado por la curiosidad, le pregunté si Mario había venido con ella a la Feria.

-¿Que si ha venido? Lo que no ha hecho es parar desde que llegamos el lunes. Así se levantó esta mañana el pobre, que no podía con el resacón. Ayer nos dieron las tantas en la caseta de JereLesGay, y porque ya estaba agotado de firmar autógrafos en el canalillo de sus fans, que si no, aún estaríamos descocándonos. ¿Y sabes lo más gracioso? Pues que Mario, que yo creía que era sólo de música chochi petarda, me sorprendió bailando sevillanas. ¡Qué salero moviendo los brazos! ¡Qué temperamento en los taconeos! Otro año le podrían dedicar la Feria a él, que tiene todo el arte.

-Me dejas de piedra, Isabel -le dije echándome las manos a la cabeza-. No conocía yo esa faceta de Vargas Llosa.

-¿Pero qué Vargas Llosa ni qué niño muerto? Yo con el que he venido a Jerez es con Mario Vaquerizo, el de Alaska, que es un flipe. Al escritor me lo he dejado en Madrid cuidándome las plantas.

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