Se notaba que el homenaje le había hecho muchísima ilusión. Y así lo manifestó en rueda de prensa, aún con el birrete puesto:

-Muchas gracias, Jerez. Que la caseta del Papanata haya querido concederme este año el título de doctor honoris causa por mi granito de arena al campo de la ciencia cosmológica es de las cosas más bonitas que me han pasado nunca. Y mira que tengo yo premios y doctorados, pero este me ha llegado al alma. ¡Viva la Feria del Caballo! ¡Viva Lola! ¡Y viva la madre que os parió!

Y es que a veces nos figuramos que los científicos son gente esquinada. Pues nada más lejos de la realidad. Por lo menos, el señor Hawking está sembrado. De hecho, reconoció que, aunque su educación sea casi tan británica como la de Javier Marías, a él que le dejen de té con pastitas, que lo que le pirran son las tagarninas, que allí no las hay, y tomarse un tío pepe después de resolver sus ecuaciones cada mañana.

Pero lo que más me sorprendió no fue ni el compás que tiene este hombre -que parece mentira que se haya pasado la vida haciendo fórmulas-, ni lo mucho que entiende de cante. Lo más increíble de todo es que, por lo visto, si no fuera por la Feria del Caballo, su carrera de astrofísico probablemente se habría quedado en nada.

Según me contó, todo ese jaleo de la teoría del Big Bang se le ocurrió hace años en la caseta de los Karcomedo, mientras esperaba a unos amigos que habían ido a montarse en la noria y tardaron más de la cuenta.

Y sus grandes hallazgos en materia de agujeros negros, ¿dónde creen ustedes que se le vinieron de repente? ¿En un laboratorio de Oxford? Qué va. En la plaza de Jerez, viendo torear a Ordóñez una tarde que no hubo suerte y se distrajo pensando en otra cosa. Pero eso creo que fue en la Feria de la Vendimia.

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