En pleno barrio de San Bernardo se alza este edificio de 22.000 metros cuadrados construido en el año 1.565. De su interior, que conservó su actividad inicial hasta principios de los 90, salieron los leones que hoy escoltan el Congreso de los Diputados, los cañones de la Guerra del Asiento, librada en las aguas del Mar Caribe, las campanas de la Catedral y el mejor vigía que ha tenido Sevilla: el Giraldillo.

La Real Fábrica de Artillería, situada entre Eduardo Dato y los Jardines de la Buhaira, funcionó en la ciudad durante un periodo de más de cinco siglos, haciendo coincidir sus años de máxima actividad con las necesidades militares de la expansión imperial, debido a la construcción de los cañones que viajaban en los barcos de la Armada Española y que partían desde el río Guadalquivir hacia las Américas.

Hoy rejuvenece como lo hacen los edificios con pátina histórica, que ceden impertérritos ante el paso del tiempo. Fieles testigos de la evolución de la ciudad, del olvido de un pasado bélico, de la transformación de un barrio obrero, que vuelve a recuperar su esencia tan solo un día al año, justo en el instante en que los bomberos de la Puerta de la Carne hacen llover flores sobre el puente durante el paso del Miércoles Santo.

Declarada Bien de Interés Cultural, la Real Fábrica de Artillería ya tuvo un amago de uso público a mediados del pasado abril. La obra Insectes, encuadrada dentro del Festival de Artes Escénicas de Sevilla (Fest), llenó de luz y color aquellas columnas y bóvedas ensombrecidas con un espectáculo de grandes estructuras que hicieron suyo el espacio de la nave principal y también el del patio contiguo. El enclave, dio buena cuenta de la majestuosidad arquitectónica que se mantenía oculta y de espaldas a la ciudad desde entonces, y todos los que pudimos ver aquella performance fuimos conscientes del potencial que tiene el rescatar nuestra historia y reconvertir los lugares heredados en algo que sea y pueda ser para todos. Hacer que un espacio olvidado, con trabajo y buena gestión, recupere su esplendor y se convierta en centro neurálgico de nuevas actividades. Porque Sevilla es una ciudad que se presta a ello, y el barrio también.

Un centro multidisciplinar que albergará un espacio de crowdworking para nuevas empresas, talleres de actividades o incluso oficinas son los planes que salen del Consistorio sevillano, expuestos en el denominado proyecto Magallanes. El pasado viernes se anunciaba que el espacio recibirá una cuantía de unos 20 millones de euros del programa Interreg España- Portugal. Habrá que esperar un tiempo para corroborar si lo que ya se vislumbró en abril toma forma hasta convertir la fábrica en lo que siempre fue: un fiel testigo del avance de nuestra ciudad.

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