Hoy el Consejo de Ministros aprobará un indulto. De él no se beneficiará algún político o empresario que hizo lo que no debía y que ahora implora la clemencia con un sinfín de informes de abogados, fiscales y jueces. La salvación será para un elemento que hasta no hace mucho formaba parte del paisaje urbano: las cabinas telefónicas. Estos elementos estaban condenados al ostracismo desde que nos dio por empezar a tener un teléfono móvil en los bolsillos. Por ello, ahora me vienen a la mente las tediosas colas que habitualmente tenía que hacer cuando, en mis tiempos universitarios, vivía cerca de la calle Arroyo de Sevilla. Este era un punto de una alta concentración universitaria por lo que a las diez de la noche, hora en la que comenzaba la tarifa reducida, eran muchos los que acudíamos a la cabina más cercana para llamar a casa para poder hablar unos minutos antes de que aquel dispositivo se tragara las monedas a una velocidad de vértigo. Esperemos que las pocas que queden no sigan siendo víctimas de otra condena, el vandalismo.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios