La Sacristía del Arte
“Con Oro de Ofir”:
Allá por 1971, conocimos el Teatro Villamarta como cine, un teatro algo vetusto, pero con cierto empaque. A su sala llegaba buen cine, casi coincidiendo con los estrenos en Madrid. Durante diez años se mantuvo cerrado y, gracias al trabajo de un Ayuntamiento que vio el potencial que tenía como motor cultural, se volvió a abrir en noviembre de 1996 con el inteligente esplendor que requería un espacio jerezano con tradición de buenos espectáculos. El ayuntamiento del momento apostó por ello bajo la firme dirección de Francisco López y un equipo joven y muy preparado en donde estaba la actual directora Isamay Benavente.
En esta ciudad hemos tenido la suerte de tener personas que han apostado por algunas “pequeñas revoluciones”, como fue en su momento Carmen de la Calle, que nos trajo y enseñó, a través de su galería, el arte contemporáneo, de la misma forma que el Teatro Villamarta nos ha mostrado las variadas artes escénicas, con su variada y plural programación. Nos ha traído la música y nos puso al día con óperas que, previamente, la directora Isamay Benavente presentaba, comentaba y estudiaba en los institutos de secundaria que la requerían. Ese alumnado, después, después, asistía al ensayo general, donde causaba sensación comprobar el silencio y la atención con que seguían el desarrollo de la obra musical, con un comportamiento muy contrario al que damos por hecho en ellos. Pues ya ven: salían contentos y sorprendidos de la ópera, por ejemplo.
Por primera vez, que sepamos, asistían al teatro y a otros espectáculos los matriculados en los centros de adultos donde un alto porcentaje nunca habían tenido la ocasión de ir a uno. Fue fantástico ver a jóvenes con atuendos acordes con los musicales o los conciertos de rock que vinieron a la ciudad —memorable aquel de Elvis Costello, por nombrar uno. Y lo distinta que era una mañana de teatro infantil donde podía haber un millar de niños y niñas llenos de curiosidad y de intriga para soltar, en su momento, explosivos gritos por las distintas emociones que vivían. Por no hablar de su Festival, dedicado al baile y a la danza flamencas, que pone el nombre de Jerez en la pantalla global ofreciendo lo más ortodoxo junto a la vanguardia de este arte durante 16 espléndidos días.
Eso de los café- teatro de las grandes ciudades, también lo hemos tenido en Jerez. Y muchas más cosas: ¿que querías oír un pregón de Semana Santa? El Villamarta te lo ofrece con todo el boato y misticismo que requiere. ¿Zambombas? Todas con las entradas agotadas, aunque haya una cada día de la semana. ¿Concierto de Año Nuevo? También. ¿Cantantes de plena actualidad y conocidos por sus programas televisivos?, Cada año y siempre que se lo permiten sus giras. ¿Magos que han hecho las delicias del público? Pues si, todo eso y más nos ha traído el teatro.
Pareciera que estamos haciendo una memoria de estos espléndidos 27 años. Es así: queremos que, en momentos convulsos y dubitativos, se recuerde la cantidad de vida cultural y social que este teatro nuestro ha dado y da a esta ciudad, que requiere y necesita su actividad su programación y sus acciones. La plataforma de sus artistas flamencos y líricos, porque no se puede olvidar que, desde que este teatro empezó a funcionar, han salido de Jerez figuras de la lírica y de la escena teatral, además de intérpretes musicales y de otras artes. Y gracias a su labor, que, además da una extraordinaria proyección nacional e internacional a nuestra ciudad.
Por favor, protejamos nuestro teatro como foco y generador cultural. Decía Einstein que es más fácil disolver un átomo que disolver un prejuicio. Lo sabemos, en una ciudad que ocupa el cuarto lugar en paro laboral es fácil y recurrente caer en el error de pensar que la cultura que un teatro pueda generar es prescindible, pero como decía Roald Dahl: el que no cree en la magia nunca la encontrará.
También te puede interesar
Lo último
Tierra de nadie
Dudas
La ciudad y los días
Carlos Colón
Moncloa Pepis y el amado líder
Quousque tandem
Luis Chacón
Una diada progresista
Monticello
Víctor J. Vázquez
La emoción de una hipótesis