Mi problema con el cambio climático es que, aunque estoy seguro de que hay un calentamiento medio incuestionable -de al menos 1 grado respecto a la temperatura media entre 1951 a 1980-, y eliminar las emisiones de dióxido de carbono es de sentido común, pienso que poco puede hacerse que sea efectivo; por eso, en este artículo se introduce el concepto de ciudades adaptadas al cambio climático.

Está teniendo muchísimo eco el trabajo de Jean-Francois Bastin y otros científicos, en el que comparan 520 ciudades grandes en el mundo, y ven cómo serán en 2050. Aunque el trabajo es de cálculo extremadamente complejo, es también muy llamativo, pues señala, por ejemplo, que Londres tendrá un clima similar al que hoy tiene Barcelona, y Madrid al de Marrackech. La subida de 1 o 2 grados nos dice poca cosa, pero provoca olas de calor más frecuentes y fuertes, sequías e inundaciones extremas; y la posibilidad de que nuestras ciudades del Sur tengan un clima similar a otras que vemos en los mapas del tiempo, nos pone, pese al calor, la carne de gallina. Otro estudio para Europa, dirigido por Salma Guerreiro, nos decía el año pasado que incluso ciudades como Almería y Málaga podrían sufrir en 30 años sequías mayores a las históricas.

Es difícil precisar cómo afectará el cambio a nuestros pueblos y ciudades, pues hay factores locales, como el viento de Poniente o de Levante, que pueden cambiar en un rato 6 o 7 grados la temperatura. Sin embargo, la tendencia es la que es, y los ayuntamientos deberían tener un plan de adaptación al cambio climático, que consistiría en campañas permanentes de ahorro de agua; un plan de sombras de arbolado y artificial -no sólo en el centro y en las ferias-; prevención de plagas; tomarse en serio el ruido, que con la subida de las temperaturas dificulta el descanso y es fuente de trastornos; actuar sobre zonas inundables; invertir en espacios públicos climatizados, de ocio, y donde se pueda estudiar y trabajar. Cada municipio es peculiar, pero lo importante es definir esta nueva idea de ciudad adaptada al cambio climático, fijar unos objetivos, y seguirlos. Preparar las viviendas es algo más difícil, después de años de insensibilidad donde el aire acondicionado ha sido la única solución.

La máquina del tiempo es el libro de Andrew Blum, que cuenta la historia de la meteorología y su papel en la guerra, donde una arriesgada predicción de que habría un claro entre tormentas hizo posible el desembarco en Normandía. De la cooperación entre aliados a un bien universal, no sería posible predecir si no se compartiera información desde miles de puntos en todo el mundo, creando un servicio público de incalculable valor. Los ordenadores han ido adelantando el tiempo de las predicciones, y si en 1950 costaba 24 horas de cálculo una predicción para 24 horas, lo que no servía de nada, de aquí a cinco años se espera que se pueda calcular de inmediato el tiempo dentro de 2 semanas. La meteorología nos resulta tan familiar que no pensamos que predecir el futuro es uno de los poderes más grande del ser humano, y además es quizás el único poder compartido en la tierra, pues incluso las aplicaciones que nos dan el tiempo muy localizado, se nutren de los grandes centros públicos de predicción del tiempo.

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