Que nadie piense, al leer el titular de la columna, en monos que pululan por el zoológico y que se definan como cofrades. Esa especie, al menos que yo sepa, no existe. Me refiero a un cierto mono que estoy pasando en estos días. En los previos de la Semana Santa estaba tan metido en la actualidad que no tenía tiempo ni para pensar en una marcha o en una 'revirá'. Estaba inmerso en aquellos titulares que ya quedaran para cuando los historiadores visiten la hemeroteca buscando respuestas a sus preguntas. El año 2020. Aquel en el que no hubo cofradías.

Es el frenético trabajo del informador. Por eso, cuando alguien me llama quejándose de que no está de acuerdo con lo que escribí ayer, siempre me encuentra ocupado pensando en lo que voy a publicar mañana.

Por tanto, la Semana Santa vino como una exhalación y se fue mientras yo seguía inmiscuido en la más palpitante actualidad. Apasionante por otra parte. Sin embargo, llevo unos días que tengo 'mono de cofradías'. Me he visto todos los reportajes de Víctor García Rayo en Youtube, me he tragado las once horas de retransmisión de un Martes Santo cualquiera en Sevilla y hasta he llegado a entender, de una maldita vez, qué significa el paso del Sagrado Decreto de la Trinidad (nunca deduje qué hacían tantas figuras sobre un paso sin conexión alguna a primera vista).

Ahora sí que estoy echando de menos esos Viernes Santos con el Descendimiento en la Porvera y con el Cristo mandando y templando en la ciudad. Y echo de menos tantas y tantas cosas que debí haber hecho y no hice por culpa del coronavirus. Tengo mono de cofradías. Y que nadie piense en primates a los que les guste un izquierdo o una 'chicotá', que por ahí no va la cosa.

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