Análisis

santiago cordero

El ocaso de los dioses

El tiempo es inexorable, solo podemos escoger cómo caer

Una generación de oro del deporte español, sin duda la mejor hasta la fecha, está llegando a su fin. Pau Gasol, Juan Carlos Navarro, Calderón en baloncesto; Nadal y Ferrer en tenis; Casillas, Xavi, Iniesta y Torres en fútbol; Alonso en automovilismo; Pedrosa y Lorenzo en motociclismo, han sido los deportistas españoles más populares y de mayor impacto mediático mundial. Dos décadas de muchos éxitos y de amargas derrotas, porque así es la vida. Pero precisamente porque el paso del tiempo es inexorable, todo ser humano va perdiendo facultades de todo tipo, pero las que más son necesarias para mantenerse en la élite de la competición deportiva, las físicas, son las que primero se empiezan a echar en falta. Ley de vida.

De la corta lista de deportistas que he nombrado, algunos se mantendrán en activo durante un tiempo, pero solo por su gen competitivo, su espíritu de sacrificio, su talento y, por qué no decirlo, por los suculentos contratos de algunos de ellos. Pero todos están en su ocaso. No significa esto que Nadal no pueda ganar todavía Roland Garros o que Alonso gane algún año las 500 millas de Indianápolis; insisto, han sido tan buenos que incluso en los últimos coletazos de sus carreras pueden regalarnos grandes hazañas.

De todo este proceso: el nacimiento deportivo de todos, la eclosión en la élite, sus éxitos y ahora su ocaso, lo que más me llama la atención es cómo afrontan la caída. La mayoría de ellos está demostrando una gran madurez, una ética basada en el agradecimiento por lo vivido, una gran capacidad para aceptar que en lo deportivo cualquiera tiempo pasado fue mejor, pero que en sus vidas todo está por hacer.

Quizás esa actitud de afrontar la pérdida, la fuerza, el cambio, el envejecimiento de manera tan positiva, sea la lección que muchos de nosotros deberíamos adoptar como enseñanza. Es la diferencia entre vivir añorando el pasado, enfadados con el tiempo que nos arrebató el poder o asumir el camino que resta, con nuevas ilusiones, nuevos retos, menos fuerzas y más experiencia. Es duro y complicado dar ese paso, entenderlo, asimilarlo, pero da igual que lo demos o no, si los dioses tienen su ocaso, nosotros caemos también, solo cambia la manera, el cómo decidimos caer.

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