Ya cansa un poco tener que medir constantemente las palabras. Mucho más allá del sentido común que a todos nos hace tener ciertos filtros, lógicos, para no herir con lo que uno piensa. Pero de ahí a estar mirando con lupa lo que se dice o el gesto que se hace, no. Porque ya casi no somos libres de pensamiento. Porque siempre hay alguien que se ofende. Y además, vende cara su ofensa, como si se hubieras matado a alguien. Cuántas cosas, dichos o frases del día a día hemos dejado de decir por tal de que 'vaya ser que alguien se ofenda'. Y además, por norma, siempre le buscamos el lado negativo a todo. Y por ende, nos sentimos ofendidos. Si a eso le sumamos la tontería del lenguaje inclusivo, ya apaga y vámonos. Porque la norma de la Lengua Española simplifica nuestro propio lenguaje, para hacernos todo más fácil. No pretende ofender, ni menospreciar a lo femenino, en este caso. Es que simplifica. Bueno, todo lo contrario de lo que hacen los políticos incultos que tenemos hoy en nuestra sociedad y que nos quieren implantar porque sí un sinsentido rotundo. Que además incluyen ahora la terminación 'e' para no se sabe muy bien qué expresar. ¿Os imagináis jugar al pilla pilla, de pequeños, y llegar a sitio y decir "por mi primero y por todos mis compañeros, compañeras y compañeres"? Mientras lo estás diciendo, ya te han cogido y se acabó el juego. Tenemos un lenguaje rico y admirado en todo el mundo, para que tengamos que vivir amparados en el 'no ofender'. Es que ya de por sí, cualquier cuestión se plantea. Cualquier historia que ocurra se pone en duda la valía por si lo pueden utilizar en tu contra. Y es que, en esta sociedad que se dice libre, global y civilizada, cada vez tenemos más estereotipos absurdos, más ganas de discutir y en definitiva más tonterías. Ah y si te das por aludido, ya sabes, tienes dos problemas.

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