Análisis

Rosa María CAmpos guillén Terapeuta de Proyecto Joven

Y me paro y pienso...

No es fácil parar y escucharte por unos instantes en cómo te ha ido eso de ser terapeuta de adolescentes y sus familias. Pero sí tengo claro en estos casi ocho años que llevo trabajando con adolescentes que el mundo que rodea a las adicciones y sus problemáticas ya no corresponden al mundo de la marginalidad y exclusión social. Me llama cada vez más la atención cómo las familias que van llamando a nuestra puerta pertenecen a una sociedad normalizada y cerca de nuestro entorno. Más aún en lo que se refiere a las tecnologías. Normalizada en el sentido de estructuración y aparente funcionalidad. Lo que hace que como madre me cuestione continuamente qué estamos haciendo y permitiendo. Llegan a Proyecto Joven cada vez más familias, 'como la mía', pero con un nivel de sufrimiento que ya no es soportable. Un sufrimiento familiar pero también de cada uno de sus miembros, que no saben compartir entre ellos y por supuesto resolver sin un acompañamiento y apoyo que les vaya devolviendo esa tranquilidad y armonía tan necesaria. Adolescentes y familias que no han sido conscientes de dónde iban entrando y las consecuencias que les irían llegando. Es así que pienso que nuestro papel, y en este caso el mío desde lo profesional, y el compromiso con la sociedad es el de enseñar que no están solos, que a pesar de cada situación problemática hay solución y sobre todo que no son los únicos que están pasando por esto.

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