Milán. Les habla a los que no han conocido otra moneda que el euro, a los que se les hace extraño, e incluso imposible, manejar los precios en liras italianas, francos o pesetas. Les habla a los que son Más pobres que sus padres (McKinsey Global Institute, 2016) o, peor, a los que tienen en sentido absoluto más riesgo en el futuro de ser pobres. Desde principios del siglo XX, cada generación ha disfrutado de mejores niveles de vida que la anterior, pero con los millennials se está rompiendo esa tendencia.

Aunque Benoît Coeuré no los nombra, Benoît Coeuré, miembro del Consejo del Banco Central Europeo y candidato a su presidencia cuando Mario Draghi se marche, se dirige a los jóvenes. Lo hace en Italia, en la Universidad Bocconi, y no es casual el momento en que pronuncia este discurso: las elecciones al Parlamento europeo están cerca. El próximo 26 de mayo, millones de ciudadanos de la Unión Europea (UE) están llamados a las urnas. En las últimas elecciones europeas, en 2014, en el tramo de edad de entre 18 y 24 años votó sólo un 27%, frente a una participación media del 43,8%. La lamentable situación de los jóvenes les lleva al escepticismo respecto a Europa. Se teme que en está ocasión la desafección sea aún más alta.

A pesar de que se ha remontado mucho desde la crisis, el desempleo juvenil sigue siendo dos veces más alto que la tasa de desempleo total. Además, las nuevas formas de empleo han afectado especialmente a los jóvenes. Desde el 2000, la proporción de jóvenes que trabajaban a tiempo parcial casi se ha duplicado. Y sus contratos son temporales, el doble que los trabajadores mayores. En la zona del euro, más del 50% de las personas de 15 a 24 años tienen contratos temporales, en comparación con menos del 10% en los Estados Unidos.

¿Qué puede hacer Europa por ellos? Coeuré reconoce que es necesario actuar a nivel nacional y de la UE. Señala dos campos de actuación esenciales: por una parte, gastar más en educación y, en cualquier caso, gastar mejor, elevando su calidad. Más matemáticas, más lectura y más educación científica son sus recetas. Por otra, paralelamente hay que maximizar las oportunidades de empleo, persiguiendo, por ejemplo, que Europa se convierta en líder, en lugar de un seguidor, en la cuarta revolución industrial, y esto no se consigue con un gasto en investigación y desarrollo (I + D) en torno al 2% del PIB, estancado en los últimos 20 años.

Según los datos del informe de la Subsecretaría de Empleo a junio de 2018, la situación en España respecto a Europa es aún peor: menos empleo, sobre todo para jóvenes con niveles de estudio bajos, y con condiciones económicas más deterioradas, con una tasa de temporalidad más alta, y en mayor proporción de carácter parcial. Además, los jóvenes están en esos tipos de contratos sin desearlo: las tasas de temporalidad y parcialidad involuntaria duplica a las europeas. Y un dato andaluz: el 22,3% de la población de 16-29 años son ninis: ni estudian ni trabajan. Acabamos de votar para el Parlamento español, hace poco para el de Andalucía, y pronto para el europeo. A ver qué hacen con este drama: nuestros hijos están afrontando el futuro sin esperanza.

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