Análisis

Manuel Moure

El político que no quería serlo

Pocas cosas más importantes hay en esta vida que ponerse. Es la frase que se les dice a los costaleros antes de ir 'al cielo con Ella'. Miguel Primo de Rivera y Urquijo no quería ser político, pero se vio en la tesitura de serlo. Y se puso. Logró ser recordado por lo mejor que se puede recordar a un alcalde: acceder al cargo con una ciudad y dejarlo con una ciudad distinta y encaminada al futuro. Los conocedores de su vida, como es el caso del biógrafo Manuel Ruiz, destacan que cuando llegó se encontró con una ciudad plagada de infraviviendas y con una carencia de colegios que daba escalofríos. Dirigió sus pasos a corregir estos gravísimos problemas que, sin lugar a dudas, marcarían el futuro de las futuras generaciones. No los solventó, pero ayudó a que se corrigieran décadas antes. MIró al futuro en Jerez y también lo hizo a nivel nacional ayudando a que hoy tengamos democracia con un Proyecto de Ley que le granjeó los más oscuros enemigos. El tiempo, dicen, pone a cada cual en su sitio. Desde ayer, su ya de por sí gran figura, es aún más enorme.

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