Cuandola realidad cotidiana se llena de impotencia, la profecía de un futuro mejor se hace inminente y necesaria. Las cuentas de los 'hallares' públicos tiñen de rojo los dígitos actuales; mientras, los ciento cuarenta mil millones (next generation) se resisten a la llegada, sobre todo cuando las condiciones presentadas a las autoridades económicas europeas son indefinidas e insustanciales, habida cuenta que nadie da gratis y el chocolate del loro exige concreción en el gasto y recortes altamente impopulares para la agricultura del voto.

Porque las ideas sociales, tan exhibidas y prometidas, con las que nos solidarizamos todos, tienen el inconveniente del gasto. Si de la tierra manara leche y miel, no habría problema alguno; sospecho que de algún sitio tiene que surgir el tesoro, y no se me ocurre otro que el bolsillo del contribuyente; y mientras pueda serlo, porque a la gallina no se la puede matar. He ahí el dilema y la engorrosa realidad actual. Y como el presente tiene esta negritud de sombra y lodo, a los estrategas 'moncloítas' se les ha ocurrido mandarnos al futuro.

En fin, con la enorme humildad de reconocer nuestros propios límites, nos vemos arrastrados al porvenir puesto que las condiciones mínimas de supervivencia peligran en el presente y están altamente desprotegidas. Necesitamos que alguien nos abra la puerta de la esperanza y venga a nosotros su reino. Los ciudadanos estamos aquí preparados para salir a su encuentro porque deseamos que nuestro 'leader' nos reconcilie con la historia después de haber escuchado el grito desesperado de este pueblo que le clama como salvador. Se ha preñado el vientre de la fábula que dará a luz en 2050.

Todo tiene sentido y está bien meditado, porque la suma de sus dígitos es altamente significativa: siete o setenta, no es un número cualquiera. Los pitagóricos lo llamaban el número virginal, pues no es el producto de la multiplicación de ningún par, sino sólo del agregado de uno en uno, o de la suma de 4+3 o de 5+2 o de 6+1. También es llamado el número de Atenea, según los datos de Plutarco en Isis y Osiris. Toda la Biblia, en su cabalística, está llena de referencias del número siete o del séptimo mes, a los años séptimos, o del séptimo día. Ved que todo está muy bien pensado, incluso el número de los millones, ciento cuarenta mil, se asemeja al número de los salvados, a los que se refiere el apocalipsis salvífico de Europa…Demasiadas coincidencias.

Ya el marxismo humanista, con Ernst Bloch, abogó por el principio esperanza, sobre todo cuando se dio cuenta de que en la lucha por un mundo mejor se le quedaban los militantes en la cuneta de la historia sin que pudieran beneficiarse de la nueva vida por la que habían sacrificado la propia ¿cómo dejarlos perdidos en el limbo materialista? Hay que apostar por el futuro, si señor, y revalorizar la utopía. Los lugares que no existen son esenciales al hombre; y es que nos pasamos la vida deseando ilusiones en vez de sustanciar lo inminente. Nuestro 'leader', fiel a Saint-Simón y Proudhon, ha querido alzar la bandera del futuro incierto por mor de superar la realidad eventual y desapacible que le rodea. Ensalzo su gusto, como estoy seguro que lo harían Platón en su 'Res-pública' o San Agustín en la 'Civitas'. Entre tanto, a Orwell habrá que modificarle el '1984' por 2050.

Por otra parte, la prospectiva y estrategia política tiene mucho del neo-idealismo humanista: una esperanza seria tiene un claro compromiso con la historia, con las esperanzas concretas del hombre en su camino ¿No es ahí donde radica la razón política? ¿Acaso no está ahí también la razón moral? ¿No es el futuro el que mejor contiene la esperanza, según Huxley, para un mundo feliz? ¡Qué bien han modulado nuestros gobernantes la esencia de nuestro caminar en el tiempo!¡Un Plan Treintenal! ¡Seis lustros! Futuro, necesitamos futuro, un punto omega para seguir con el proyecto pergeñado en la pandemia: incubar en la mente de los ciudadanos una mirada que distraiga de estas inquietantes realidades, anecdóticas, comparadas con el sueño liberador que se promete.

Es preciso abrir los tapirujos escatológicos antes que la realidad cierre la posibilidad de una nueva reelección tripartita. Esto sí que es progreso temporal, político y vacunador: armonizar los medios temporales y pragmáticos con el objetivo último al que aspiramos. Después de todo, el 2050 está a la vuelta de la esquina y no se puede perder la puerta del futuro; porque siempre hay un 'leiv motiv', una clave, que abre el sentido de las puertas del presente. El 'leader', dueño del futuro, va delante tirando de nosotros y la historia…No lo olvidéis, en el 2050, todos calvos.

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