A Manolo Salinas, pintor, y a todos aquellos

que nos han dejado sin quererlo.

Huele a cementerio. Ese frío silencio que transita por los recovecos del alma y te hace tiritar cuando avanzas por las calladas avenidas sólo oyendo los cantos estúpidos de los altos pájaros se nos está haciendo más presente cada vez. Ya casi no se va al cementerio pero su sombrío testimonio lo tenemos perpetuado y, desde hace un año, el color negro de la muerte ha impuesto su ley inexorable. En estos últimos días, además, se nos ha hecho insistente, machacón, brumoso y terrible. Están siendo días de sobrecogedor espanto. Muchos conocidos, jóvenes y mayores, ilustres y sencillos, sanos y enfermos, han sido llamados inexplicablemente y nos han dejado; sólo nos ha quedado ese vacío que aterra y da fiebre, que no se va y te hace sudar de frío. Son muchos los que se están yendo, demasiados. Hombres y mujeres tuyos, a los que creías siempre vivos y alejados de la muerte, se van en silencio, sin poder despedirte de ellos y dejándote un reguero de incomprensión en el alma. La pandemia está siendo demasiado cruel. El relato incesante de muertes que, al principio, te cogía un poco lejos, se acerca a pasos agigantados y, cada día, te levantas con el trágico encuentro de que alguien conocido, cercano, amigo, familiar, en plena efervescencia vital, ha sido envuelto en el cruel manto de la muerte y ha partido hacia el más desapasionante y duro destierro. Esta semana pasada ha sido demasiado dramática. Nombres queridos de aquí y de allá han dejado su eterno vacío y lo han hecho de un día para otro, sin que te diera tiempo a nada; sólo su ausencia ha quedado. Huele mucho a cementerio. La nómina de los que se fueron es cada día más larga, más tremenda, más agónica. No la sintamos como algo lejano, es, desgraciadamente, demasiado inmediata. Está ahí y crece. La alimenta nuestra estupidez y nuestra sinrazón. Estemos alerta y hagámosle frente. Tenemos medios, pocos, pero los tenemos; sobre todo, los que dicta la razón y que, además, no son difíciles de llevar a cabo.

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